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El cruel verano de Biden

STANFORD – El desempeño y el legado de un líder político suelen definirse más por el manejo de los temas que surgen durante su mandato que por que cumpla o no las hiperbólicas promesas y visiones de tierras prometidas de la campaña. Es una lección que el presidente estadounidense Joe Biden está aprendiendo en su primer verano en el cargo. La realidad se está metiendo en sus planes sin pedir permiso.

Muchos de esos temas llegan sin anunciarse, como sucedió con los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 o la pandemia de COVID‑19; pero otros son más fáciles de prever, por ejemplo una inflación persistente o una guerra prolongada. Los problemas que Biden tiene en este verano pertenecen a la segunda categoría. Su agenda económica radical sacó a la superficie fracturas predecibles entre los congresistas demócratas, y aumenta el riesgo de que votantes centristas e independientes lamenten la decisión que tomaron en la elección. Los demócratas temen ahora con razón que los republicanos recuperen la Cámara de Representantes en la elección intermedia de 2022.

Por supuesto que Biden todavía tiene tiempo para recuperarse. Pero es evidente que su luna de miel se terminó con la desastrosa decisión de retirar las últimas fuerzas estadounidenses de Afganistán sin un plan para la evacuación segura de conciudadanos, aliados y los miles de afganos que arriesgaron sus vidas dando apoyo a las operaciones dirigidas por Estados Unidos en el país.

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