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El factor económico en Bielorrusia

ESTOCOLMO – Tras las elecciones fraudulentas del 9 de agosto es posible que el gobierno autoritario del presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko llegue pronto a su fin. Las protestas masivas se extienden por el país y los trabajadores de muchos sectores críticos están en huelga. Si cae Lukashenko, las probabilidades de que Bielorrusia establezca una economía de mercado normal son sorprendentemente favorables.

Con Lukashenko, Bielorrusia mantuvo una economía dominada por el estado al estilo soviético y estancada desde 2012. A lo único que se dedicó Lukashenko —en el poder desde 1994— fue a mantenerse en el puesto y permitir que su familia y los amigotes de su círculo íntimo se enriquecieran. El sector público comprende tres cuartas partes de la economía, que depende en gran medida de la industria pesada y está dominada por unas pocas grandes empresas públicas (EP). Las cinco empresas más importantes —la productora de potasa Belaruskali, las dos mayores refinerías de petróleo, la Planta de Tractores de Minsk (MTZ) y la Fábrica de Automóviles de Minsk (MAZ)— tienden a ser ineficientes y estar subsidiadas; la economía en general está fuertemente regulada.

La economía bielorrusa ha mantenido una fuerte dependencia de Rusia. Sus productos industriales de baja calidad no son competitivos en Occidente, por lo que depende de las compras de Rusia, mientras vende potasa y petróleo refinado a Occidente. Hasta hace poco Rusia subsidiaba la economía bielorrusa proveyéndola con energía barata por el equivalente al 10 % del PBI de esta última, pero como en las relaciones bilaterales se deterioraron en los últimos años, el Kremlin eliminó gradualmente estos subsidios para presionar al régimen de Lukashenko.

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