haass124_Yuichiro Chino_getty images_global cooperation Yuichiro Chino/Getty Images

Un concierto de potencias para una era global

NUEVA YORK – El áspero diálogo que mantuvieron la semana pasada Estados Unidos y China en Alaska no augura nada bueno para las relaciones bilaterales. Y la creciente rivalidad entre los dos países es un claro presagio de que el mundo de múltiples centros de poder que está surgiendo puede traer consigo una era de más competencia y conflicto.

Una parte importante del problema es que la arquitectura de gobernanza internacional vigente (construida en su mayor parte al concluir la Segunda Guerra Mundial) está desactualizada y es incapaz de preservar la estabilidad global. El sistema de alianzas centrado en Estados Unidos es un club de democracias, no adecuado a la búsqueda de la cooperación por encima de diferencias ideológicas. Las cumbres del G7 o del G20 son hechos esporádicos en los que se pierde demasiado tiempo discutiendo por la redacción de comunicados. Y aunque Naciones Unidas provee un foro internacional permanente, su Consejo de Seguridad es una invitación a la impostación y a la parálisis entre los miembros permanentes con poder de veto.

Lo que se necesita es un concierto global de potencias: un órgano conductor informal que incluya a los países más influyentes del mundo. Para ello sirve de ejemplo la historia de la Europa decimonónica. El «concierto europeo» que formaron Gran Bretaña, Francia, Rusia, Prusia y Austria a partir de 1815 logró preservar la paz por medio siglo, sin que hubiera ninguna potencia dominante y en un contexto de diversidad ideológica. Se basaba en el compromiso mutuo de apelar a un mecanismo de comunicación permanente y a la resolución pacífica de disputas para mantener los esquemas territoriales que pusieron fin a las sangrientas Guerras Napoleónicas.

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