MADRID – La muy esperada Conferencia sobre el Futuro de Europa (anunciada por la Comisión Europea y el Parlamento Europeo a fines de 2019) acaba de comenzar. Ha sido promocionada como «una serie de debates y discusiones protagonizados por los ciudadanos que permitirán a las personas de toda Europa compartir sus ideas y contribuir a configurar nuestro futuro común». Pero es improbable que alcance buenos resultados.
Nada me gustaría más que ver a la conferencia crear una visión compartida sobre el futuro de Europa que fortalezca los cimientos de la Unión Europea y amortigüe los cantos de sirena del populismo. Pero la cautela resulta obligada: la conferencia estuvo a punto de ser cancelada antes de empezar, por problemas de organización que, en muchos casos, fueron el resultado de conflictos interinstitucionales. ¿Cómo esperar que la UE articule una visión compartida, configurada por las voces ciudadanas, cuando apenas puede ponerse de acuerdo para presentar una plataforma de discusión?
Las instituciones europeas finalmente concluyeron las negociaciones (tras pelearse por una multitud de detalles, desde quién presidiría el evento y quién lo nombraría, hasta la entidad encargada de traducir las conclusiones de los debates en propuestas finales) y fue posible salvar la conferencia. Pero por cómo se ha desarrollado hasta el momento, nadie diría que su objetivo sea restaurar el vínculo democrático entre la UE y su ciudadanía.
MADRID – La muy esperada Conferencia sobre el Futuro de Europa (anunciada por la Comisión Europea y el Parlamento Europeo a fines de 2019) acaba de comenzar. Ha sido promocionada como «una serie de debates y discusiones protagonizados por los ciudadanos que permitirán a las personas de toda Europa compartir sus ideas y contribuir a configurar nuestro futuro común». Pero es improbable que alcance buenos resultados.
Nada me gustaría más que ver a la conferencia crear una visión compartida sobre el futuro de Europa que fortalezca los cimientos de la Unión Europea y amortigüe los cantos de sirena del populismo. Pero la cautela resulta obligada: la conferencia estuvo a punto de ser cancelada antes de empezar, por problemas de organización que, en muchos casos, fueron el resultado de conflictos interinstitucionales. ¿Cómo esperar que la UE articule una visión compartida, configurada por las voces ciudadanas, cuando apenas puede ponerse de acuerdo para presentar una plataforma de discusión?
Las instituciones europeas finalmente concluyeron las negociaciones (tras pelearse por una multitud de detalles, desde quién presidiría el evento y quién lo nombraría, hasta la entidad encargada de traducir las conclusiones de los debates en propuestas finales) y fue posible salvar la conferencia. Pero por cómo se ha desarrollado hasta el momento, nadie diría que su objetivo sea restaurar el vínculo democrático entre la UE y su ciudadanía.