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Los errores de liderazgo que nos costarán todo

NUEVA YORK – El crecimiento exponencial del COVID-19 ya ha ofrecido a la población un curso acelerado de aritmética. También está demostrando ser una prueba acelerada de riesgo sistémico. Si bien es demasiado pronto para el veredicto final, ya resulta evidente que Estados Unidos –no sólo su liderazgo actual- necesitará una revisión importante.

Tomar en serio el riesgo sistémico es la máxima prueba de gobernanza. Quienes la pasan saben cerrar una ciudad o todo un país cuando todavía hay sólo unos pocos casos de un virus sumamente contagioso. Sara Cody, la funcionaria de salud pública del condado de Santa Clara en California, y la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, hicieron precisamente eso frente al COVID-19. Su decisiva gestión del riesgo ha dado excelentes resultados.

También ayuda tener líderes políticos con una experiencia científica, a juzgar por el éxito de Alemania a la hora de gestionar la crisis bajo el mando de la canciller Angela Merkel (con formación de física) o del primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar (un físico). Y el hecho de que un porcentaje desproporcionado de las estrategias más efectivas haya sido implementado por gobiernos liderados por mujeres no es, sin duda, pura coincidencia.

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