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Cómo tratar a una Rusia en declive

TOKIO – El Kremlin está de parabienes. Bajo el presidente Vladimir Putin, Rusia reemplazó a Estados Unidos en Siria, sigue interviniendo en el este de Ucrania, y hace poco recibió una cumbre de países africanos en Sochi. Pero las apariencias engañan. Es verdad que Rusia conserva un enorme arsenal nuclear, de igual tamaño al de Estados Unidos, y que usó la fuerza con eficacia contra Georgia en 2008 y Ucrania en 2014; que apuntaló con ayuda militar el régimen de Bashar al-Assad en Siria; y que usó medios cibernéticos para interferir en elecciones en Estados Unidos y otros países. Pero Rusia sólo puede aspirar al papel de aguafiestas internacional. Detrás del aventurerismo, es un país en declive.

En 1959, el líder soviético Nikita Khrushchev alardeó de que la Unión Soviética superaría a Estados Unidos en 1970 o 1980. Pero en 1991 la Unión Soviética se derrumbó, y dejó detrás una Rusia considerablemente empequeñecida, con tres cuartas partes del territorio de la URSS, la mitad de la población y de la economía, y un tercio del personal militar. Su PIB sólo llega a 1,7 billones de dólares, contra los 21 billones de Estados Unidos. En 1989, el volumen de la economía soviética era dos veces el de China; hoy el PIB ruso es la séptima parte del chino. Además, Rusia es muy dependiente de la exportación de energía, y los productos de alta tecnología sólo suponen el 11% de su exportación industrial (contra 19% en el caso de Estados Unidos).

Pese a que el idioma, la historia y la migración de mano de obra aportan a Rusia algo de poder blando en su vecindario inmediato, fuera de allí pocos extranjeros miran películas rusas, y no hay ninguna universidad rusa entre las cien más importantes del mundo. Las instituciones políticas necesarias para el buen funcionamiento de una economía de mercado están prácticamente ausentes, y el oligárquico capitalismo de Estado ruso carece de un marco regulatorio efectivo capaz de crear confianza. El sistema de salud pública es deficiente, y la expectativa media de vida de los rusos, 72 años (para hombres y mujeres), es cinco años menos que en Europa. Los demógrafos de Naciones Unidas proyectan que la población rusa puede reducirse de los 145 millones actuales a 121 millones a mediados de siglo.

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