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¿Están los economistas enamorados del amor duro?

CAMBRIDGE – Mark Twain supuestamente dijo que “la historia nunca se repite, pero rima”. Sin embargo, por lo general lo que rima no son los hechos históricos subyacentes sino las narrativas que construimos a su alrededor. Las historias que contamos sobre el mundo repiten algunas ideas básicas que tal vez no sean necesariamente ciertas. Pero nos gusta creer que lo son porque hacen que el mundo sea más inteligible y moralmente menos ambiguo.

La educación de los economistas es un buen ejemplo. Más allá de teorías individuales, la profesión posee una larga lista de canciones de cuna. Reconocemos su métrica y podemos adivinar cuándo y cómo terminan, porque conocemos las estrofas previas y también sabemos que la frase siguiente tiene que rimar con ellas.

Consideremos la mano invisible de Adam Smith, según la cual recibimos nuestra cena del carnicero y del cervecero, no por su generosidad sino por su interés propio. El mercado puede transformar vicios privados en virtudes públicas. Por ello, la codicia no siempre es mala.

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