LONDRES – El mundo tecnológico generó abundantes noticias de portada en 2022. En octubre, Elon Musk compró Twitter (una de las principales plataformas de comunicación pública de periodistas, académicos, empresas y gobiernos) y procedió a despedir a la mayor parte del personal de moderación de contenido, indicando al hacerlo que la empresa iba a usar inteligencia artificial en su reemplazo.
Luego, en noviembre, un grupo de empleados de Meta reveló que habían diseñado un programa de IA capaz de vencer a la mayoría de los humanos en el juego de estrategia Diplomacy. En Shenzhen (China), el gobierno está usando la tecnología de «gemelos digitales» con miles de dispositivos móviles conectados a 5G para monitorear y gestionar los flujos de personas y automóviles y el consumo de energía en tiempo real. Y con la última versión del modelo lingüístico predictivo ChatGPT, muchos han declarado el fin de la tesis estudiantil.
En síntesis, fue un año en el que inquietudes serias respecto del diseño y el uso de las tecnologías se profundizaron para dar lugar a dudas aun más urgentes. ¿Quién tiene el control? ¿Quién debería tenerlo? Se necesitan políticas e instituciones públicas que velen por que las innovaciones impliquen mejoras para el mundo; pero hoy, muchas tecnologías se desarrollan en un vacío. Necesitamos estructuras de gobernanza con sentido de misión inclusivas y centradas en un auténtico bien común. Gobiernos provistos de las capacidades necesarias pueden guiar esta revolución tecnológica para que sirva al interés público.
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Richard Haass
explains what caused the Ukraine war, urges the West to scrutinize its economic dependence on China, proposes ways to reverse the dangerous deterioration of democracy in America, and more.
If the US Federal Reserve raises its policy interest rate by as much as is necessary to rein in inflation, it will most likely further depress the market value of the long-duration securities parked on many banks' balance sheets. So be it.
thinks central banks can achieve both, despite the occurrence of a liquidity crisis amid high inflation.
The half-century since the official demise of the Bretton Woods system of fixed exchange rates has shown the benefits of what replaced it. While some may feel nostalgic for the postwar monetary system, its collapse was inevitable, and what looked like failure has given rise to a remarkably resilient regime.
explains why the shift toward exchange-rate flexibility after 1973 was not a policy failure, as many believed.
LONDRES – El mundo tecnológico generó abundantes noticias de portada en 2022. En octubre, Elon Musk compró Twitter (una de las principales plataformas de comunicación pública de periodistas, académicos, empresas y gobiernos) y procedió a despedir a la mayor parte del personal de moderación de contenido, indicando al hacerlo que la empresa iba a usar inteligencia artificial en su reemplazo.
Luego, en noviembre, un grupo de empleados de Meta reveló que habían diseñado un programa de IA capaz de vencer a la mayoría de los humanos en el juego de estrategia Diplomacy. En Shenzhen (China), el gobierno está usando la tecnología de «gemelos digitales» con miles de dispositivos móviles conectados a 5G para monitorear y gestionar los flujos de personas y automóviles y el consumo de energía en tiempo real. Y con la última versión del modelo lingüístico predictivo ChatGPT, muchos han declarado el fin de la tesis estudiantil.
En síntesis, fue un año en el que inquietudes serias respecto del diseño y el uso de las tecnologías se profundizaron para dar lugar a dudas aun más urgentes. ¿Quién tiene el control? ¿Quién debería tenerlo? Se necesitan políticas e instituciones públicas que velen por que las innovaciones impliquen mejoras para el mundo; pero hoy, muchas tecnologías se desarrollan en un vacío. Necesitamos estructuras de gobernanza con sentido de misión inclusivas y centradas en un auténtico bien común. Gobiernos provistos de las capacidades necesarias pueden guiar esta revolución tecnológica para que sirva al interés público.
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