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No puede haber Europa sin Estado de derecho

PRINCETON – La reunión de cinco días en la que el Consejo Europeo negoció un presupuesto para el período 2021‑2027 y un paquete de gasto de emergencia para la COVID‑19 mostró todas las características típicas de las Eurocumbres: largas discusiones a altas horas de la noche, amenazas de algunos líderes de irse antes de un acuerdo, presión francoalemana para alcanzarlo. Y naturalmente, tras una serie de concesiones mutuas se llegó a un arreglo insatisfactorio.

En concreto, la dirigencia europea acordó asignar como subsidios sólo 390 000 millones de euros (457 000 millones de dólares) de los 750 000 millones de euros del paquete de emergencia, y los otros 360 000 millones como préstamos, porque los «cuatro frugales» (Austria, Dinamarca, Países Bajos y Suecia) insistieron en que el número tenía que empezar por tres. ¿No es acaso otro arreglo insatisfactorio más en la lenta marcha de Europa hacia una integración más profunda?

Hace setenta años que en Europa se repite aquello de que el bloque crece en respuesta a las crisis. En los años cincuenta, el ímpetu integrador inicial lo dio la Guerra Fría. La integración monetaria de principios de los noventa se produjo en el contexto de la profunda transformación geopolítica causada por el final de ese largo conflicto. Más cerca en el tiempo, muchos esperaron que la combinación de elementos disruptivos formada por la inmigración, el cambio climático, el revanchismo ruso, la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y el Brexit diera nuevos bríos a un proyecto europeo que parecía estar perdiendo empuje.

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