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La caída del Muro de Berlín y la socialdemocracia

CAMBRIDGE – Ya resultaba claro hace 30 años que la caída del Muro de Berlín cambiaría todo. Pero exactamente qué implicaría ese cambio para la política mundial en el siglo XXI todavía está por verse.

En 1989, la Unión Soviética, y el comunismo en general, habían condenado a decenas de millones de personas a la pobreza, y claramente no habían podido competir con el modelo económico occidental. Durante cuatro décadas, la Guerra Fría se había cobrado millones de vidas en diferentes teatros en todo el mundo (donde el conflicto era mucho más caliente de lo que sugiere su nombre) y había creado un pretexto para la represión y el predominio de las élites en decenas de países de América Latina, África y Asia.

Sin embargo, a pesar de todas sus implicancias positivas, la era de la post-Guerra Fría alteró drásticamente el proyecto socialdemócrata occidental: el sistema de redes de seguridad, regulaciones, servicios públicos universales, políticas impositivas redistributivas e instituciones del mercado laboral que durante mucho tiempo habían protegido a los trabajadores y a los menos afortunados. Según el politólogo Ralf Dahrendorf (tal cual fue citado por el difunto Tony Judt), ese consenso de políticas había significado “el mayor progreso que haya visto la historia hasta la fecha”. No sólo había limitado y luego reducido la desigualdad en la mayoría de las economías avanzadas; también había contribuido a décadas de crecimiento sostenido.

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