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Por qué un G21

NUEVA YORK – El Grupo de los 20 se ha convertido en un baluarte del multilateralismo. Aunque en el mundo existen muchos ámbitos de discusión de alto nivel, el G20 representa a los mejores: apoya activamente el diálogo mundial, el debate y —lo más importante— la búsqueda de soluciones a los problemas económicos. Afortunadamente, su mayor limitación —excluye al 96 % de la población africana— se puede remediar fácilmente incorporando a la Unión Africana (UA).

Sin duda, desde terminó la Segunda Guerra Mundial, el multilateralismo funcionó principalmente a través del sistema de Naciones Unidas. Con sus 193 estados miembros, la ONU ofrece una lugar único e indispensable para crear e implementar leyes internacionales. Aunque la ONU frecuentemente se ve perjudicada por el unilateralismo de Estados Unidos y otras grandes potencias, sigue siendo fundamental para la supervivencia mundial. Su magro presupuesto básico anual, de USD 3000 millones, es probablemente una décima parte de lo que debiera ser, y sufre problemas crónicos de financiamiento. De todas formas, se las arregla para aportar gigantescas e indispensables contribuciones a la paz, los derechos humanos y el desarrollo sostenible.

Pero también el G20 ha logrado adueñarse de un papel fundamental: representa a las 20 mayores economías y permite solucionar problemas de manera más rápida y flexible. Cuando la ONU otorga a cada uno de sus miembros 10 minutos para que hablen sobre un tema, los comentarios llevan 32 horas; la misma ronda de opiniones en el G20 demora apenas poco más de 3. Y aunque las decisiones del G20 no tienen la fuerza de una ley internacional, pueden apoyar —y lo hacen— a los procesos correspondientes en la ONU (como los relacionados con el cambio climático y las finanzas para el desarrollo).

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