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¿Una revolución de terciopelo verde en Alemania?

BERLÍN – En los últimos 50 años, Alemania ha experimentado tres milagros. El que alguna vez fue el hombre enfermo de Europa se convirtió en un Exportweltmeister (campeón de exportaciones). También superó su pasado (Vergangenheitsbewältigung). Y construyó una unión política y económica en que sus antiguos enemigos se han convertido en amigos. Pero ahora el cómodo mundo forjado por estos milagros se está desmoronando, haciendo que el actual partido de gobierno alemán, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) actúe como un venado deslumbrado ante los faros de un coche.

Orgullosos, y con razón, de lo que han logrado, los alemanes son reticentes a seguir lecciones de otros europeos, particularmente de aquellos que parecen no haber manejado bien sus propios asuntos. Pero en este crucial año electoral, el método característico de la saliente Canciller Angela Merkel de salir del paso a como dé lugar está dando señales de agotamiento. En momentos en que el CDU y su partido hermano de Bavaria, la Unión Social Cristiana (CSU), están divididos sobre quién debería sucederla, los Verdes tienen una oportunidad histórica.

Mientras el CDU/CSU ha pasado por alto a sus propios votantes al promover al líder de la CDU Armin Laschet como su candidato a canciller, los verdes han nominado para el cargo a Annalena Baerbock, su enérgica co-líder de 40 años de edad. En un país con fuertes resistencias al cambio, Baerbock promete reformas sin disrupciones, es decir, una revolución de terciopelo.  Como lo expresan en el borrador de su programa electoral: “Haremos que algunas tradiciones positivas se expresen de nuevas maneras, crearemos algunas cosas nuevas y reemplazaremos algunas cosas familiares. Pero daremos seguridad en esta transición”.

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