Hans-Werner Sinn, Professor Emeritus of Economics at the University of Munich, is a former president of the Ifo Institute for Economic Research and serves on the German economy ministry’s Advisory Council. He is the author, most recently, of The Euro Trap: On Bursting Bubbles, Budgets, and Beliefs (Oxford University Press, 2014).
MÚNICH – Durante mucho tiempo Alemania consideró su transición energética como de vanguardia, comparado con otros países occidentales industrializados. Los responsables de las políticas esperaban que el país pudiera garantizar su suministro energético a partir de fuentes renovables, de manera que resolvió eliminar por etapas su energía de carbón y nuclear al mismo tiempo. El cierre de las tres últimas de las 17 centrales nucleares de Alemania está planeado para este año.
Los políticos verdes en Alemania siempre pensaban que otros países emularían esta agenda energética una vez que descubrieran lo bien que estaba funcionando. Pero, a la luz de la guerra en Ucrania, el mundo en cambio es testigo del desastre en materia de políticas que ha generado la estrategia de Alemania.
Para amortiguar la eliminación simultánea de la energía de carbón y nuclear, y para achicar las brechas de suministro durante la larga transición hacia una energía renovable, Alemania decidió construir una gran cantidad adicional de plantas nucleares alimentadas a gas. Inclusive inmediatamente antes de que las fuerzas rusas invadieran Ucrania, los responsables de las políticas suponían que el gas para estas instalaciones siempre sería provisto por Rusia, que suministraba más de la mitad de las necesidades de Alemania.
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