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Nuestro destino compartido exige acceso igualitario a las vacunas

NAIROBI – El extraordinario esfuerzo mundial que permitió desarrollar en tiempo récord vacunas seguras y eficaces contra la COVID‑19 pone de manifiesto el poder que tienen estas para acercarnos a nuestros seres queridos y a un mundo más próspero y equitativo en el que todas las personas tengan oportunidades de realizarse. Las vacunas, una de las mayores innovaciones de la medicina moderna, aseguran una vida saludable a miles de millones de personas. Pero para que sea posible cortar los brotes de enfermedades vacunables (no sólo la COVID‑19), las campañas de inmunización deben llegar a una masa crítica.

Tomemos por ejemplo la poliomielitis. Cerrar las escuelas para proteger a los niños contra la COVID‑19 puede parecer una medida inédita, pero en 1937 un brote de poliomielitis en Estados Unidos inspiró la creación de programas de escolarización por radio (una temprana innovación en el área del aprendizaje a distancia). En esos días se pensaba que la polio era una enfermedad exclusiva de países industrializados, hasta que un brote importante que tuvo lugar en Sudáfrica en 1948 llevó a instituir la primera fundación africana dedicada a la investigación de esta enfermedad, y generó conciencia sobre la carga que suponía para el mundo. En los años cincuenta, la polio llegó a paralizar a un promedio de 600 000 personas al año.

Felizmente, con el correr de la década los científicos desarrollaron las primeras vacunas contra la polio. Y desde que se lanzó en 1988 la Iniciativa Mundial para la Erradicación de la Poliomielitis, la vacunación redujo más de un 99% la incidencia mundial de la variante silvestre, de cientos de miles de casos al año a un puñado de casos endémicos en sólo dos países: Afganistán y Pakistán. En 2020, África obtuvo la certificación de erradicación total de la polio silvestre, un muy necesario atisbo de esperanza para el continente en medio de la pandemia de COVID‑19. Hoy una amplia cobertura vacunatoria da motivos para creer que la polio puede ser la segunda enfermedad (después de la viruela) que se logrará erradicar gracias a las vacunas.

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