pistor19_shomos uddin_getty images_nature finance Shomos Uddin/Getty Images

Los mercados verdes no van a salvarnos

NUEVA YORK – ¿Cómo se pueden tomar decisiones sensatas sobre un futuro permanentemente desconocido? Este interrogante es tan antiguo como la humanidad, pero se ha vuelto existencial a la luz del cambio climático. Si bien existe suficiente evidencia de que el cambio climático antropogénico ya está entre nosotros, no hay modo de conocer todas las maneras en que se ramificará en las próximas décadas. Todo lo que sabemos es que debemos o bien reducir nuestro impacto ambiental, o bien arriesgarnos a otra crisis global en la escala de la “pequeña edad de hielo” del siglo XVII, cuando los cambios climáticos condujeron a una propagación de enfermedades, rebelión, guerra y hambruna masiva, acabando con la vida de dos tercios de la población global.

El economista británico John Maynard Keynes sostenía que los inversores, al final de cuentas, están motivados por “espíritus animales”. Frente a la incertidumbre, la gente actúa en base a corazonadas, no a “un promedio ponderado de beneficios cuantitativos multiplicados por probabilidades cuantitativas”, y son estas apuestas motivadas por instintos las que pueden (o no) dar resultados una vez que las cosas se calman. Ahora bien, los responsables de las políticas quieren que confiemos en que los espíritus animales nos van a ayudar a superar la incertidumbre asociada con el cambio climático.

Hace mucho tiempo que la humanidad ha intentado reducir la incertidumbre haciendo que el mundo natural sea más legible y así, objeto de su control. Durante siglos, los científicos naturales han mapeado al mundo, creado taxonomías de plantas y animales y (más recientemente) secuenciado los genomas de muchas especies con la esperanza de descubrir tratamientos contra todas las enfermedades imaginables.

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