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La hora de la verdad de Hong Kong

LONDRES – Siempre hubo algo ilusorio en la Declaración Conjunta Sino-Británica de 1984 que garantizaba la continuación del sistema capitalista y las libertades básicas de Hong Kong durante 50 años después del retorno de la ciudad a la soberanía china en 1997. La Declaración Conjunta había sido posible gracias a la fórmula inteligente de “un país, dos sistemas” del líder chino Deng Xiaoping, que le permitió al Reino Unido retirarse, salvando las apariencias, de una posición colonial que ya no podía defender.

La ilusión radicaba en la noción de que un segundo sistema basado en la libertad económica y el estado de derecho se podía mantener durante 50 años dentro de una dictadura comunista. Definir a la Declaración Conjunta como un tratado internacional y presentarlo dentro del marco de las Naciones Unidas no tenía ninguna importancia, porque ni Gran Bretaña ni ningún otro iba a ir a la guerra para defenderlo.

Lo que aparentemente le dio sustancia a la ilusión fue la idea de que preservar el estilo de vida capitalista de Hong Kong implicaba un beneficio para China, especialmente si se tenía en cuenta que el país había abrazado la economía de mercado bajo las directivas de Deng. También existía la remota esperanza de que el capitalismo chino gradualmente condujera a una mayor democracia, para que los dos sistemas finalmente convergieran.

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