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Una solución para los problemas económicos de América Latina

WASHINGTON, DC – América Latina y el Caribe tienen que empezar de nuevo. Con menos de la décima parte de la población mundial, la región concentra más de un cuarto del total de muertes por COVID‑19. En Brasil, Paraguay, Chile, Argentina y otros lugares, la pandemia está prácticamente descontrolada. Peor aún, las economías de la región han estado entre las más afectadas del mundo, por los grandes niveles de informalidad, las deficiencias sanitarias y las restricciones fiscales, y el año pasado registraron una caída del 7% (la mayor contracción desde 1821).

Aunque en los próximos meses habrá una ligera recuperación, pasarán varios años antes de que América Latina y el Caribe recuperen el terreno económico perdido por la pandemia. En el mejor de los casos (es decir, si se logra controlar la pandemia y a la economía mundial le va bien) puede que el crecimiento en la región alcance un 5,2% este año. Pero si las condiciones no mejoran, puede que el crecimiento no supere el 1% (con posibilidad de recesión en 2022). Para evitarlo, es impostergable introducir audaces reformas fiscales.

Los problemas económicos de América Latina son muy anteriores a la pandemia. Además de otras condiciones preexistentes, la productividad regional lleva décadas rezagada respecto de economías más exitosas. Y la crisis financiera global de 2008 dejó a la región en una encrucijada. En aquel momento, sus principales economías tenían espacio fiscal para enfrentar la crisis financiera e implementar reformas que aseguraran crecimiento a largo plazo. Pero las reformas quedaron relegadas con el aumento de precios de los commodities. Se sacó a millones de personas de la pobreza y los gobiernos aumentaron el gasto en salarios y subsidios, que a diferencia de la inversión de capital en infraestructura, es difícil de retrotraer.

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