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La democracia liberal y sus enemigos

LONDRES – Cuando el dramaturgo alemán Bertolt Brecht escribió que “todo el poder viene del pueblo”, luego formuló la pregunta importante: “¿Pero a dónde se va?”

El logro notable de la democracia liberal en los cincuenta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial fue responder a esa pregunta de una manera que promovió el consenso social y la solidaridad. Si bien los gobiernos eran elegidos por mayorías de ciudadanos iguales, funcionaban dentro de un orden constitucional basado en el estado de derecho, instituciones democráticas y valores y derechos aceptados. Y gobernaban con el consentimiento de una minoría que respetaban.

Para fines de los años 1980, algunos creían que este sistema de gobernanza, que engendraba éxito económico y estabilidad política, había triunfado sobre cualquier otra alternativa. El autoritarismo comunista y fascista estaba desacreditado. Se había instalado un ánimo de triunfalismo, que alimentó la complacencia. Pero las cosas parecen mucho menos halagüeñas para los demócratas liberales hoy.

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