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La buena política y la mala economía

LONDRES – La mala economía engendra mala política. La crisis financiera global y la fallida recuperación que le siguió dieron alas al extremismo político. Entre 2007 y 2016, el apoyo a partidos extremistas en Europa se duplicó. En Francia la Agrupación Nacional (ex Frente Nacional), en Alemania Alternative für Deutschland (AfD), en Italia la Liga, en Austria el Partido de la Libertad (FPÖ) y en Suecia los Demócratas: todos estos partidos hicieron avances electorales en los últimos dos años. Y ni siquiera mencioné a Donald Trump o el Brexit.

Es verdad que las tensiones económicas no alcanzan para explicar esta explosión del extremismo político. Pero la correlación entre fenómenos económicos adversos y la mala política es demasiado notoria para ignorarla.

Por mala política entiendo el nacionalismo xenófobo y la supresión de las libertades civiles internas, que se ven en países con gobiernos populistas. Por buena política entiendo el internacionalismo, la libertad de expresión y la gobernanza responsable que prevalecieron durante la era de prosperidad de la posguerra. Llamémoslas democracia iliberal y democracia liberal, para abreviar.

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