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La buena vida después del trabajo

LONDRES – Casi todas las historias del tipo “vienen los robots” siguen un patrón similar. “Shop Direct pone en riesgo 2.000 empleos en el Reino Unido”, grita un titular típico. Luego, citando informes respaldados por institutos y centros de estudio de prestigio, el artículo en cuestión suele alarmar a los lectores con extravagantes estimaciones de “trabajos en riesgo”, es decir, porcentajes de trabajadores cuyos sustentos se ven amenazados por la automatización de alta tecnología. Para citar otro ejemplo representativo: “Un nuevo informe sugiere que la unión entre [la inteligencia artificial] y la robótica reemplazaría tantos trabajos que la era del empleo de masas podría llegar a su fin.”

Algunas veces estas sombrías perspectivas se suavizan con la distinción entre “trabajos” y “tareas”. Se plantea que solo se reemplazarán las partes rutinarias de los trabajos. En estas evaluaciones más optimistas del “futuro del trabajo”, los seres humanos complementarán a las máquinas sin competir con ellas.

Este alegre escenario se basa en parte en lo que ha ocurrido en el pasado: con el tiempo, la mecanización ha creado más trabajos con salarios más altos que los que ha destruido. También se basa en evaluaciones más sobrias sobre lo que hoy hacen los robots (aunque hay desacuerdo sobre lo que acabarán siendo capaces de hacer). Es más: algunos optimistas creen que la automatización elevará el nivel promedio de la inteligencia humana. Y una población más rica y madura necesitará crecientes cantidades de cuidadores, enfermeros, limpiadores, entrenadores y terapeutas.

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