subacchi33_Antonio MasielloGetty Images_matteo renzi Antonio Masiello/Getty Images

¿Se hará todo lo que sea necesario en Italia?

BOLONIA – En el año 2012, el entonces presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, sacó a Europa de las profundidades de la crisis económica con su famosa promesa de hacer “todo lo que sea necesario” para salvar al euro. Ahora, la Italia natal de Draghi espera que también sea él quien pueda salvarla liderando un nuevo gobierno de unidad. Sin embargo, incluso para “súper Mario”, el éxito está lejos de estar garantizado.

La habilidad, la competencia y la credibilidad de Draghi no están en duda. Y, con seguridad él elegirá un gabinete altamente calificado. Pero no debe subestimarse el desafío que se tiene por delante. La crisis económica de Italia, que se ha prolongado durante mucho tiempo, no sólo se ha visto agravada por la catastrófica pandemia del COVID-19, sino que el país se ha visto sumido en una crisis política paralizante.

Si Draghi va a abordar la emergencia de la pandemia COVID-19 de manera efectiva, sin ni siquiera llegar a mencionar el abordaje del fortalecimiento de los cimientos económicos de Italia, primero tendrá que encontrar una manera para navegar por la enmarañada política de este país. Eso significa, para empezar, asegurar el apoyo pleno del movimiento antisistema Five Star (M5S).

En las elecciones generales de Italia de 2018, el M5S se convirtió en el partido más grande del parlamento, gracias a su plataforma euroescéptica. Los líderes de este partido incluso acusaron a Draghi, quien dejó el BCE al año siguiente, de “atacar a Italia”. Si bien el M5S ha suavizado considerablemente su postura desde aquel entonces, y ha prometido su apoyo al gobierno dirigido por Draghi, es un partito que sigue profundamente dividido, y muchos de sus miembros consideran el apoyo a Draghi como un giro en 180 grados que no es digerible.

No obstante, el M5S es sólo parte de la ecuación. Con el propósito de asegurar una mayoría parlamentaria, el nuevo gobierno de Draghi probablemente también necesite los votos de pequeños partidos centristas, así como los de Forza Italia, el partido del ex primer ministro Silvio Berlusconi, y posiblemente incluso los votos de Lega, el partido de extrema derecha de Matteo Salvini. Pero incluso si él puede formar una alianza de ese tipo, dicha alianza continuará siendo ingobernable y podría convertirse fácilmente en rehén de las disputas, preferencias y caprichos de sus miembros.

Y, existen muchos temas en los que las fuerzas políticas de Italia podrían estar en desacuerdo. La agenda del gobierno de Draghi deberá incluir tanto intervenciones de emergencia a corto plazo como medidas de reforma estructural a largo plazo, todo lo cual requerirá un gasto público significativo. El fondo de recuperación COVID-19 de 750 mil millones de euros (902 mil millones de dólares) de la UE, del que Italia, uno de los países más afectados por el coronavirus, debería recibir unos 200 mil millones de euros, se ha diseñado teniendo esto en mente.

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Draghi ha reconocido que cualquier solución a la crisis económica causada por la pandemia COVID-19 “debe implicar un aumento significativo de la deuda pública”. Pero, en el caso de Italia, ese aumento debe ser realmente significativo.

Cuando llegó el shock COVID-19, Italia no se había recuperado completamente de la crisis financiera mundial del año 2008. En el 2020, el PIB del país se contrajo casi un 9 por ciento. Si a eso se suma el aumento del gasto público, destinado a amortiguar el golpe recibido por las empresas y los hogares, la relación entre la deuda pública y el PIB se disparó hasta aproximadamente un cifra de 155 por ciento.

Se espera que el PIB se expanda en poco más del 4 por ciento este año. Sin embargo, una vez que el repunte de la contracción del año pasado haya terminado, el crecimiento del PIB se desacelerará significativamente. Por lo tanto, parece poco probable que la producción real vuelva a los niveles pre-pandémicos, reduciendo de esta forma la relación entre la deuda pública y el PIB, en el transcurso de los próximos años.

Según Draghi, la clave para que los niveles altos de deuda se mantengan sostenibles es la canalización del gasto público hacia “propósitos productivos”, como por ejemplo hacia la educación y la formación de habilidades. Pero los partidos políticos de Italia pueden no estar de acuerdo con las distinciones que hace Draghi entre deuda “buena” y deuda “mala”. Ya existe un desacuerdo generalizado sobre cómo gastar el dinero proporcionado por el fondo de recuperación de la UE.

De manera más fundamental, si bien el gasto productivo es parte de la ecuación de sostenibilidad de la deuda, mantener bajos los costos del servicio de la deuda también es esencial. Para ello, un gobierno en funcionamiento es una condición necesaria, pero no suficiente. Las políticas también tienen que ser creíbles.

La importante talla personal de Draghi ayudará en esto: los mercados de acciones y bonos de Italia se recuperaron ante el mero pensamiento de un gobierno liderado por Draghi. Sin embargo, ninguna persona por sí sola puede garantizar la capacidad de un país para cumplir con sus obligaciones de deuda. Y, el disfuncional ámbito político de Italia ha consumido a muchas personas buenas (quienes aún dominan la política italiana) a lo lardo del último cuarto de siglo.

Si Draghi quiere evitar ese destino, debe centrarse en sentar las bases de la transformación económica de Italia, en lugar de liderar el proceso. Esto significa poner un límite de tiempo a su liderazgo: por mucha presión que enfrente, no debería seguir siendo primer ministro más allá del año 2022, y quizás ni siquiera por ese periodo de tiempo. De hecho, se debería convocar a elecciones generales a la brevedad posible.

No existe una receta para remediar la crisis política de Italia, y nadie debería esperar que Draghi la proporcione. Un gobierno tecnocrático debe ser eficaz y de corta duración, permitiendo que su legado quede definido por el trabajo de sus sucesores. Esto significa que Draghi debería enfocarse en guiar a las fuerzas políticas de Italia hacia decisiones de políticas sostenibles.

También significa que esas fuerzas políticas deben encontrar la forma de entablar entre ellas relaciones constructivas. Al fin y al cabo, este tipo de relacionamiento es el que distingue a una democracia como una democracia madura. Intentar simplemente reprimir algunas voces, como por ejemplo las de los euroescépticos e incluso las de los fascistas, podría causar presión a momento de construir, lo que conduciría a una explosión potencialmente devastadora. La única manera creíble de avanzar es apaciguar a esas fuerzas mediante el diálogo y la gobernanza eficaz.

La crisis actual de Italia, que se produce en un momento en que los ciudadanos languidecen en confinamiento y en el que el tan anunciado programa de vacunación ha llegado a menos del 4% de la población, ha mermado aún más la confianza de los italianos en sus líderes políticos. Con acciones hábiles y audaces, Draghi puede contribuir en cierta forma a restaurar esa confianza. Pero él no puede hacerlo solo.

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos

https://prosyn.org/0N3fZIdes