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El deber de la OTAN, en su 70.º aniversario

COPENHAGUE – La OTAN tiene dos aniversarios este año: el 70.º aniversario de su fundación y el 20.º aniversario de su primera ampliación al otro lado de la antigua Cortina de Hierro. En retrospectiva, el hecho de que la OTAN sea el proyecto de paz más exitoso de la historia es reflejo no sólo de su poderío militar, sino también de su capacidad para ofrecer esperanza a países aspirantes a ingresar en ella. No hay duda de que la perspectiva de pertenencia a la OTAN (y a la Unión Europea) ha sido una fuerza motora para la democratización y la liberalización en los países excomunistas de Europa central y del este.

La OTAN mantiene una “política de puertas abiertas”, y sigue aceptando nuevos aliados. Y aunque el entusiasmo de hace veinte años por la ampliación cedió paso al temor de enfrentarse a Rusia, esa reticencia es errada. La historia reciente muestra que cada vez que la OTAN vaciló, Rusia ocupó el vacío.

Por ejemplo, en abril de 2008, los miembros de la OTAN se reunieron en Bucarest para analizar la posibilidad de ofrecer un “plan de acción para la membresía” (MAP) a Georgia y Ucrania. Pero por insistencia de Alemania y Francia, decidimos posponer la decisión hasta fin de año. En mi opinión fue un error. Pocos meses después de nuestra reunión, el presidente ruso Dmitry Medvedev ordenó la invasión de Georgia, y Rusia ocupó Abjasia y Osetia del Sur desde entonces.

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