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La victoria pírrica de Netanyahu

TEL AVIV – El bloque de supremacistas judíos, nacionalistas mesiánicos y teócratas ultraortodoxos liderado por el Likud de Binyamin Netanyahu ha ganado la elección general en Israel, después de cuatro derrotas consecutivas en menos de cuatro años. En todas estas elecciones, no fueron ni la ideología ni las políticas lo que estaba en cuestión, sino más bien la aptitud de Netanyahu para desempeñarse como primer ministro. Y esta vez triunfó, por dos razones.

Una de ellas es que hoy es más fácil que nunca movilizar a los votantes apelando al sentimiento antiárabe. Esta animosidad popular ha crecido en los últimos años, a pesar de la sostenida integración de los árabes a las clases profesionales israelíes y el surgimiento de una clase media árabe ansiosa de participar en la revolución de oportunidades de Israel. Casi el 50% de los jóvenes israelíes ultraortodoxos y religiosos, y el 23% de los seculares, están a favor de privar de la ciudadanía a los árabes israelíes.

Pero el hecho inédito de que la amplia coalición de gobierno que impidió a Netanyahu acceder al poder tras la elección de marzo de 2021 haya incluido un partido islamista árabe fue un regalo a la oposición. Netanyahu y sus aliados teofascistas lo convirtieron en un arma electoral de suma eficacia.

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