GINEBRA – Las penurias, crisis, desgracias y errores a menudo nos ofrecen el saber más valioso. La COVID-19 es un claro ejemplo: el virus causó muchísimo sufrimiento, pero también puso de relieve los pasos que deben seguir los países, tanto individual como conjuntamente, para prepararse para las futuras emergencias de salud pública. Ahora que la pandemia parece haber quedado atrás, la pregunta es si los líderes políticos de todo el mundo se tomarán sus lecciones en serio.
No es una cuestión trivial, en las últimas décadas los brotes de enfermedades dispararon un ciclo recurrente de pánico y abandono en los responsables de las políticas; pero, a la luz de la devastación humana, económica y social que causó la COVID-19, podemos interrumpir este patrón… y debemos hacerlo.
Si algo nos enseñó la COVID-19 es que factores como el cambio climático, la invasión humana de los hábitats salvajes, el crecimiento poblacional, la urbanización y los viajes de bajo costo aumentan en gran medida la probabilidad de que nos veamos obligados a enfrentar más pandemias devastadoras en un futuro no tan distante. Según un estudio de 2021 la «probabilidad anual» de epidemias extremas «podría llegar a triplicarse» en las próximas décadas. Sería extremadamente irresponsable que no actuamos ahora para mitigar este peligro inminente.
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Rather than reducing concentrated market power through “disruption” or “creative destruction,” technological innovation historically has only added to the problem, by awarding monopolies to just one or a few dominant firms. And market forces offer no remedy to the problem; only public policy can provide that.
shows that technological change leads not to disruption, but to deeper, more enduring forms of market power.
The passing of America’s preeminent foreign-policy thinker and practitioner marks the end of an era. Throughout his long and extraordinarily influential career, Henry Kissinger built a legacy that Americans would be wise to heed in this new era of great-power politics and global disarray.
reviews the life and career of America’s preeminent foreign-policy scholar-practitioner.
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GINEBRA – Las penurias, crisis, desgracias y errores a menudo nos ofrecen el saber más valioso. La COVID-19 es un claro ejemplo: el virus causó muchísimo sufrimiento, pero también puso de relieve los pasos que deben seguir los países, tanto individual como conjuntamente, para prepararse para las futuras emergencias de salud pública. Ahora que la pandemia parece haber quedado atrás, la pregunta es si los líderes políticos de todo el mundo se tomarán sus lecciones en serio.
No es una cuestión trivial, en las últimas décadas los brotes de enfermedades dispararon un ciclo recurrente de pánico y abandono en los responsables de las políticas; pero, a la luz de la devastación humana, económica y social que causó la COVID-19, podemos interrumpir este patrón… y debemos hacerlo.
Si algo nos enseñó la COVID-19 es que factores como el cambio climático, la invasión humana de los hábitats salvajes, el crecimiento poblacional, la urbanización y los viajes de bajo costo aumentan en gran medida la probabilidad de que nos veamos obligados a enfrentar más pandemias devastadoras en un futuro no tan distante. Según un estudio de 2021 la «probabilidad anual» de epidemias extremas «podría llegar a triplicarse» en las próximas décadas. Sería extremadamente irresponsable que no actuamos ahora para mitigar este peligro inminente.
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