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La sublevación de los reguladores

LONDRES – Mientras fui presidente de la Autoridad de Servicios Financieros (ASF) de Reino Unido, antes de los problemas de la crisis financiera mundial de 2008, los financistas que se quejaban de nuestras intrusiones en sus rentables vidas solían preguntarme «¿Quis Custodiet Ipsos Custodes?» (¿Quién vigila a los guardias?).

En el texto original en latín, Juvenal se refería a los centinelas corruptos que se aprovechaban de las mujeres cuya moral debían proteger (no se trata de un problema con el que yo esté familiarizado), pero la pregunta es un eslogan útil y constituye un punto de debate para quienes se enfrentan a los reguladores. Es el equivalente financiero de la queja que se escucha con frecuencia en los patios de juegos: «¡No es justo!».

En ese momento, no me tomé la acusación muy en serio; la ASF estaba lejos de ser «juez y jurado en su propio tribunal», como la acusaban, su autoridad estaba constreñida por restricciones. El estatuto por el que nos regíamos había sido redactado para otorgarnos poco margen, y el directorio estaba compuesto en su mayoría por personas independientes y ajenas al organismo (algunas, del sector). Los paneles de Profesionales y Consumidores tenían derecho de acceso, las decisiones regulatorias se podían apelar en los tribunales con la posibilidad de una revisión judicial, y ambas cámaras parlamentarias me obligaban regularmente a rendirles cuentas.

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