afghan women Robert Nickelsberg/Getty Images

La mitad olvidada de Afganistán

WASHINGTON, DC – Cuando se designó a Zalmay Khalilzad como Representante Especial de Estados Unidos para la Reconciliación de Afganistán en septiembre de 2018, finalmente parecía vislumbrarse el fin de la guerra más larga de Estados Unidos. Ahora, tras el repentino anuncio de fines de diciembre realizado por el presidente Donald Trump sobre que Estados Unidos retirará a 7.000 miembros de sus tropas de dicho país, la presión sobre Khalilzad con respecto a garantizar la celebración de un acuerdo con los talibanes hasta la primavera de este año ha aumentado dramáticamente. Muchos temen en la actualidad que Trump quiera irse de Afganistán sin prestar algún grado de atención a las consecuencias de su retiro, y aún menor atención a aquellas consecuencias que afectaran a las mujeres del país.

El progreso de las mujeres afganas es esencial para el progreso de Afganistán en su conjunto. Sin embargo, las mujeres súbitamente se tornan tan invisibles en la cobertura periodística internacional como ya lo son en gran parte de la sociedad afgana. En privado, muchos diplomáticos admiten que los derechos de las mujeres simplemente no son una alta prioridad en las conversaciones con los talibanes: son algo bueno, pero no algo necesario, y, teniendo en cuenta el horrible trato que los talibanes dispensaron a las mujeres cuando ellos gobernaron el país en la década de los 90, probablemente es un factor inviable de todas formas.

Esta línea de pensamiento es incorrecta. Los líderes talibanes saben que tienen un problema de imagen potencialmente desastroso. La comunidad internacional condenó al ostracismo a su gobierno en la década de 1990, en parte debido al trato que ellos dispensaban a las mujeres. Para ser aceptado como un movimiento político legítimo y un socio viable en cualquier acuerdo futuro de reparto de poder, los líderes talibanes creen que deben demostrar que han cambiado sus puntos de vista.

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