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La subordinación de las mujeres en Texas

CHICAGO – En 1984, la difunta jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos Ruth Bader Ginsburg dio una conferencia sobre por qué Roe vs. Wade, la decisión de la Corte de 1973 de reconocer un derecho constitucional al aborto, fue una decisión equivocada. El caso, explicó, nunca debería haberse encuadrado como una cuestión de privacidad o de elección reproductiva solamente: el aborto era en el fondo una cuestión de igualdad de género.

Treinta y siete años más tarde, Texas está reconociendo el argumento de Ginsburg con su ley de aborto draconiana y potencialmente transformadora. Si la Corte Suprema respalda la ley –acaba de oír argumentos orales sobre si permitir o no proceder con dos impugnaciones legales-, retrotraerá las relaciones de género a una era que precede la memoria viva de la mayoría de los norteamericanos.

La ley de Texas, Proyecto de Ley del Senado 8 (SB 8), no sólo prohíbe el aborto después de seis semanas. También empodera a los ciudadanos comunes a demandar a cualquiera que colabore con un aborto o lo incite: un empleador cuya paga se utilice para solventarlo, un conductor que lleva a alguien a alguna parte o un padre o pareja que ofrece un hombro donde llorar. La responsabilidad no exige ninguna evidencia de intención. El conductor del taxi que involuntariamente lleva a una persona a mitad de camino de una clínica de abortos es susceptible de una multa mínima de 10.000 dólares. La ley de Texas probablemente sea un modelo para una regulación sobre el aborto si la Corte Suprema utiliza las impugnaciones presentadas para revisar Roe. Florida y Ohio ya están ansiosos por implementar leyes que permitan “remedios” privados análogos para restringir el aborto. 

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