EDIMBURGO – Ya pasaron más de cuatro meses desde la dramática salida de Estados Unidos y otras fuerzas occidentales de Afganistán. Al enviar vuelos especiales, flexibilizar las reglas de asilo y liberar fondos, los países occidentales trasladaron a un lugar seguro a unos pocos miles de afganos afortunados cuando los talibán retomaron el control del país. Pero aquellos que quedaron atrás ahora están aislados del resto del mundo –sean o no partidarios de los talibán.
Los gobiernos extranjeros han congelado las transacciones bancarias internacionales y el comercio con Afganistán, esencialmente a instancias de Estados Unidos, imponiendo una amplia variedad de reglas de contraterrorismo establecidas en los últimos 20 años. Como resultado de ello, los salarios del sector público afgano se han agotado y la economía se ha hundido. Muchos proyectos de ayuda para el desarrollo, no importa lo importantes que fueran, han quedado paralizados o fueron cancelados.
En consecuencia, el inicio del duro invierno afgano ha traído consigo alzas de precios, y los alimentos se han vuelto cada vez más escasos. Las escuelas, clínicas y hospitales de todo el país han dejado de funcionar. Así, justo cuando el pueblo afgano necesita más ayuda, se le está negando hasta lo más esencial. Es un precio alto a pagar por ser gobernados por los talibán.
To continue reading, register now.
Subscribe now for unlimited access to everything PS has to offer.
Rather than reducing concentrated market power through “disruption” or “creative destruction,” technological innovation historically has only added to the problem, by awarding monopolies to just one or a few dominant firms. And market forces offer no remedy to the problem; only public policy can provide that.
shows that technological change leads not to disruption, but to deeper, more enduring forms of market power.
The passing of America’s preeminent foreign-policy thinker and practitioner marks the end of an era. Throughout his long and extraordinarily influential career, Henry Kissinger built a legacy that Americans would be wise to heed in this new era of great-power politics and global disarray.
reviews the life and career of America’s preeminent foreign-policy scholar-practitioner.
Log in/Register
Please log in or register to continue. Registration is free and requires only your email address.
EDIMBURGO – Ya pasaron más de cuatro meses desde la dramática salida de Estados Unidos y otras fuerzas occidentales de Afganistán. Al enviar vuelos especiales, flexibilizar las reglas de asilo y liberar fondos, los países occidentales trasladaron a un lugar seguro a unos pocos miles de afganos afortunados cuando los talibán retomaron el control del país. Pero aquellos que quedaron atrás ahora están aislados del resto del mundo –sean o no partidarios de los talibán.
Los gobiernos extranjeros han congelado las transacciones bancarias internacionales y el comercio con Afganistán, esencialmente a instancias de Estados Unidos, imponiendo una amplia variedad de reglas de contraterrorismo establecidas en los últimos 20 años. Como resultado de ello, los salarios del sector público afgano se han agotado y la economía se ha hundido. Muchos proyectos de ayuda para el desarrollo, no importa lo importantes que fueran, han quedado paralizados o fueron cancelados.
En consecuencia, el inicio del duro invierno afgano ha traído consigo alzas de precios, y los alimentos se han vuelto cada vez más escasos. Las escuelas, clínicas y hospitales de todo el país han dejado de funcionar. Así, justo cuando el pueblo afgano necesita más ayuda, se le está negando hasta lo más esencial. Es un precio alto a pagar por ser gobernados por los talibán.
To continue reading, register now.
Subscribe now for unlimited access to everything PS has to offer.
Subscribe
As a registered user, you can enjoy more PS content every month – for free.
Register
Already have an account? Log in