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¿Es el multilateralismo un taparrabos?

OXFORD – Hoy en día, las organizaciones internacionales están plagadas de acusaciones acerca de que Estados poderosos ejercen indebida influencia sobre los resultados. Dichas acusaciones incluyen recientes revelaciones sobre que Australia, Japón, Arabia Saudita y otros países ejercen presión en contra de las Naciones Unidas en materia de cambio climático, se sugiere que altos funcionarios del Banco Mundial intervinieron para aumentar la clasificación de China en el índice Doing Business de este Banco y existen sospechas relativas a que China influyó en el enfoque de la Organización Mundial de la Salud frente a la pandemia de COVID-19.

Subyacente a todas estas controversias se encuentra la simple realidad de que los países poderosos ejercen una gran influencia sobre las organizaciones multilaterales. Pero su influencia no hace imposible el multilateralismo. Por el contrario, es una fuerza que debe ser gestionada activamente y contrarrestada.

Desde luego que la influencia indebida de algunos países en las instituciones multilaterales no es algo nuevo, pero el cambio en el equilibrio del poder mundial ha vuelto a poner el tema en el foco de atención. Por ejemplo, el reciente escándalo de Doing Business suscitó razonamientos que implícitamente indicaban que instituciones, que en esencia son tecnocráticas y basadas en pruebas, como por ejemplo el Banco Mundial, corrían el riesgo de ser dirigidas por gerentes demasiado atentos a las preocupaciones de China. Como escribe Anne Krueger, “Al igual que la mujer del César, la alta dirección del FMI y del Banco Mundial debe estar muy por encima de toda sospecha a la hora de supervisar el trabajo de estas instituciones y salvaguardar la integridad de los datos en los que se basa ese trabajo”.

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