nasr1_Thomas LohnesGetty Images_coronavirussuppliesfacemasksplane Thomas Lohnes/Getty Images

El juego de culpas perdedor de Trump

WASHINGTON, DC – Una pandemia está envolviendo al mundo, poniendo en peligro la vida y la subsistencia de millones de personas, y el presidente norteamericano, Donald Trump, está pensando en cómo ganarle la partida a China. Pero su obsesión por ganar esta competencia de grandes potencias –ejemplificada por la insistencia mezquina de su administración de llamar al COVID-19 el “virus chino” o el “virus de Wuhan”- hace que la victoria sea menos probable cada día.

Nadie duda de que el coronavirus COVID-19 apareció por primera vez en China. Tampoco nadie niega que los burócratas chinos se equivocaron al acallar información sobre el virus en un principio, en lugar de tomar medidas inmediatas para contenerlo. Pero, para la mayor parte del mundo, lo que importa no es tanto dónde empezó la pandemia, sino cómo terminar con ella. Y, hoy por hoy, China está haciendo mucho más para ayudar a ponerle fin al brote que Estados Unidos.

A pesar de sus primeros pasos en falso, no pasó mucho tiempo para que las autoridades chinas reconocieran su error inicial y pusieran en marcha una acción decisiva. El gobierno cerró las zonas afectadas, aisló a un enorme sector de la población, construyó hospitales designados para el COVID-19 e incrementó la producción de equipos necesarios, entre ellos kits de prueba, mascarillas y respiradores.

Los aislamientos pueden haber sido draconianos, pero la estrategia de China parece haber funcionado. En pocas semanas, las nuevas infecciones empezaron a declinar y, según se informa, las nuevas infecciones locales se han detenido. Las medidas que se están tomando hoy son para aliviar el aislamiento.

A diferencia de China, Estados Unidos tuvo muchísimas advertencias de que el COVID-19 iba a llegar en algún momento. Pero, en lugar de tomar medidas, Trump minimizó la amenaza, titubeó antes de cumplir su promesa de utilizar la Ley de Producción de Defensa para obligar a las empresas privadas a fabricar equipamientos vitales y se negó a imponer una orden de resguardo domiciliario a nivel nacional.

Es más, aparentemente por temor a las perspectivas de su reelección en medio de una crisis económica, Trump anunció su intención de “reabrir” la economía de Estados Unidos para Pascua, sólo para desdecirse después en tanto la cantidad de casos y muertes se disparó. En pocas palabras, ha priorizado la política por sobre la salud pública –precisamente lo que criticó de las autoridades chinas cuando estalló el COVID-19-. La reciente advertencia de la Organización Mundial de la Salud de que Estados Unidos podría convertirse en el nuevo epicentro de la pandemia parece haberse confirmado: el país ahora tiene la mayor cantidad de casos del mundo.

Subscribe to PS Digital
PS_Digital_1333x1000_Intro-Offer1

Subscribe to PS Digital

Access every new PS commentary, our entire On Point suite of subscriber-exclusive content – including Longer Reads, Insider Interviews, Big Picture/Big Question, and Say More – and the full PS archive.

Subscribe Now

Mientras tanto, partes de Europa luchan por hacer frente al brote. Italia y España hoy han superado a China en muertes por COVID-19. Esto, junto con los errores de liderazgo de Trump, ha conferido credibilidad a los argumentos de que el modelo de gobernanza de China liderado por el Estado está mejor preparado que los sistemas democráticos –muchas veces estancados y disfuncionales políticamente- para responder a los “cisnes negros” (importantes crisis inesperadas).

Estados Unidos puede tener éxito en su apuesta para impedir que los aliados adopten la tecnología de telecomunicaciones china. Pero no puede impedir que el mundo emule la estrategia de China para con la salud pública o la organización social si resulta efectiva durante la crisis del COVID-19. Y, hasta el momento, la experiencia de China es bastante convincente.

Las fotografías de aviones cargados de médicos y equipamiento médico chinos que llegan a lugares como Roma y Teherán, diseminadas por las redes sociales de todo el mundo, han elevado aún más el perfil internacional de China. Ahora, los países buscan la ayuda de China. Después de que la Unión Europea redujo las exportaciones de equipos médicos, el presidente serbio, Aleksandar Vučić, apeló a “su amigo y hermano” Xi Jinping, el presidente chino, para que le enviara los productos necesarios. Unos días después, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, agradeció públicamente a China por sus contribuciones.

Nadie le ha pedido –mucho menos agradecido- nada a Estados Unidos. Y Estados Unidos no ha ofrecido nada, lo que explica claramente la total falta de empatía de parte de la administración de “Estados Unidos primero” de Trump.

En verdad, la administración Trump ha minado activamente la capacidad de los países de responder a la crisis humanitaria. No sólo se ha negado a aligerar las sanciones a Cuba, Irán y Venezuela; probablemente contribuyó a la decisión del Fondo Monetario Internacional de no otorgar un crédito de emergencia de 5.000 millones de dólares a Venezuela.

Lo que la administración Trump parece no entender es que cualquier país que no contenga el virus pone a todo el mundo en riesgo. Mantener sanciones que paralizan sistemas de atención sanitaria, como en el caso de Irán (el tercer país más afectado) no sólo es moralmente reprobable; también mina los propios intereses de Estados Unidos, permitiendo que el virus siga propagándose y, al mismo tiempo, reforzando la imagen de Estados Unidos como un villano. Mientras tanto, China –junto con Rusia- ha instado a Estados Unidos a modificar su estrategia.

Pero Estados Unidos no sólo es indiferente al sufrimiento de sus adversarios; tampoco le importan demasiado sus aliados. Más allá de no ofrecer ninguna asistencia a sus socios europeos, la administración Trump abrupta y unilateralmente prohibió que la mayoría de los visitantes europeos ingresaran a Estados Unidos por 30 días –una medida que tomó a los líderes europeos por sorpresa y que fue rotundamente condenada.

Sin embargo, lo que resultó mucho más indignante fue el esfuerzo descarado y predatorio de garantizarse los derechos de cualquier vacuna contra el COVID-19 desarrollada por la compañía alemana CureVac (un funcionario norteamericano dijo que este informe fue “salvajemente exagerado”). Europa hoy ya está acostumbrada a la animadversión de Trump, pero con esto fue demasiado lejos. Ya no hay existe ni la más mínima duda de que la UE no puede confiar en Estados Unidos, mucho menos depender de él. Tanto China como Rusia hace mucho tiempo que sueñan con una fisura transatlántica de estas dimensiones.

Mientras Trump se preocupa por la semántica en un esfuerzo transparente y patético de echar culpas por su propio liderazgo inepto, China está sentando las bases para un liderazgo global en la era post-COVID-19. Gracias a Trump, Estados Unidos casi con certeza perderá la competencia de las grandes potencias –e innumerables vidas.

https://prosyn.org/4pi2QF3es