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Los sediciosos no merecen impunidad

CHICAGO – Brasil ya cuenta con su propia versión del asalto al Capitolio estadounidense que los simpatizantes del presidente derrotado, Donald Trump, llevaron a cabo el 6 de enero de 2021. Dos años y dos días más tarde, los partidarios del expresidente Jair Bolsonaro invadieron el Congreso Nacional, la Corte Suprema y el palacio presidencial en Brasilia, consolidando las referencias de Bolsonaro como el «Trump tropical».

La asombrosa semejanza entre la insurrección que fracasó en Brasil y el ataque al Capitolio estadounidense pone de relieve la gran cantidad de similitudes entre Bolsonaro y Trump. Ambos son de la extrema derecha, fueron presidentes por un período y durante la pandemia de la COVID-19 solo ofrecieron desinformación y bravuconadas que costaron cientos de miles de vidas. Ambos arengaron a la prensa y desafiaron la independencia del poder judicial. Ambos afirmaron que solo con fraude masivo y máquinas electorales amañadas era posible derrotar sus intentos de reelección. Sus legados son los millones de ciudadanos que dudan de la integridad de las elecciones en su países, y los miles que saquearon sus propias capitales y maltrataron a los policías en un esfuerzo inútil por derrocar a la democracia.

Pero las sutiles diferencias entre Bolsonaro y Trump después de sus presidencias resaltan cuán importante es llevar a juicio a quienes fueron líderes antidemocráticos. Muchos estadounidenses temen que acusar a Trump de incitación a la insurrección podría generar una dinámica de represalias en la que cada gobierno utilizaría sucesivamente los tribunales para saldar sus cuentas políticas, pero la historia brasileña desde el regreso de la democraciaen 1989 sugiere lo contrario.

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