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El mesías de Mar-a-Lago

TEL AVIV – El presidente norteamericano, Donald Trump, dice que él es “el elegido” y muchos de sus seguidores evangélicos coinciden. Pero allí de pie, Biblia en mano, frente a la histórica Iglesia Episcopal de San Juan en Washington, después de que la policía utilizara escudos antidisturbios y gas lacrimógeno para despejar la zona de manifestantes pacíficos, Trump tenía más en común con el burro de Jesús que con un salvador. Lejos de liberar a una civilización caída, Trump está empujando a una sociedad a su punto de inflexión, creando precisamente el tipo de caos que muchos de sus seguidores evangélicos creen que precederá –y requerirá- la llegada de un mesías.

Trump se candidateó a la presidencia en 2016 con la promesa de “Hacer que Estados Unidos sea grande otra vez”. Su campaña por la reelección en noviembre promete, con toda la arrogancia inútil a la que nos tiene acostumbrados, promete “Mantener a Estados Unidos grande”.

¿Son los mismos Estados Unidos que están enfrentando protestas generalizadas por el racismo sistémico y la brutalidad policial, donde los oficiales de policía que supuestamente tienen que mantener la paz habitualmente atizan la violencia? ¿Los Estados Unidos donde la policía mata 2,5 veces más hombres negros que blancos?

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