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¿Puede funcionar la «rivalidad cooperativa»?

PARÍS – El mismo día en que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático publicó su último informe sobre la necesidad de adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos, el presidente chino Xi Jinping visitó al presidente ruso Vladímir Putin en Moscú. Allí, ambos líderes hicieron una declaración en la que criticaron a Occidente y enfatizaron su intención de profundizar la asociación estratégica entre sus países.

Fue una coincidencia reveladora, que resaltó la extrema tensión que existe en las relaciones internacionales actuales. Por un lado, para conservar los bienes públicos globales —como el clima y la biodiversidad, al igual que las instituciones y procedimientos para evitar futuras pandemias— es necesaria, con urgencia, la acción coordinada. Por otra parte, la fragmentación geopolítica y la intensificación de la rivalidad chino-estadounidense dificultan cada vez más la coordinación.

Esa tensión no es algo completamente nuevo. Hay que reconocer que la rivalidad geopolítica entre Estados Unidos y la Unión Soviética no evitó que ambas potencias cooperaran durante la Guerra Fría para evitar un enfrentamiento directo y restringir la proliferación nuclear, pero los problemas de entonces tenían otra jerarquía. Cuando se concibió el orden posterior a la Segunda Guerra Mundial, el foco no estaba en gestionar los bienes comunales mundiales, sino en fomentar los vínculos económicos a través del comercio y la inversión, con la esperanza de fortalecer con ello las alianzas políticas. En ese entonces, nadie consideraba que el cambio climático, la conservación de la biodiversidad y el agotamiento de la pesca en alta mar fueran cuestiones importantes.

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