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El virus de las armas en EE. UU.

NUEVA YORK – Asustados por la COVID-19, los estadounidenses no solo vaciaron de papel higiénico y pasta las góndolas de los supermercados, también compraron más armas que nunca. Aparentemente, muchos de estos recientes compradores, nunca habían adquirido antes una.

Los lobistas de la industria estadounidense de armas quieren que las armerías sean consideradas «indispensables», como las tiendas de alimentos y la farmacias. Varios estados ya lo han aceptado, al igual que el Departamento de Seguridad Nacional. Jay Pritzker, gobernador de Illinois, declaró que «los proveedores y vendedores minoristas de armas de fuego y municiones, para la seguridad», efectivamente deben poder continuar brindando estos supuestos artículos de primera necesidad.

Cuando de armas se trata, hace mucho que el resto del mundo cree que Estados Unidos está un poco loco. Pero hay algo particularmente extraño en este reciente apuro por comprar armas. Los conservadores y los amantes de las armas invocan la historia, la tradición y el texto de la Constitución estadounidense de fines del siglo XVIII para defender su derecho a portar cualquier cosa, desde una pistola Glock G-19 hasta el popular rifle de asalto AR-15. De hecho, hasta hace muy poco, la interpretación común entre los académicos estadounidenses del derecho era que la compra de armas por personas «para defenderse a sí mismas, a sus familias, sus hogares negocios y bienes» —como a duras penas logró presentarlo Lawrence Keane, vicepresidente sénior de la National Shooting Sports Foundation (Fundación Nacional de Deportes de Tiro)— distaba de ser la intención de los fundadores de EE. UU.

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