GINEBRA – Este año, los gobiernos tienen la oportunidad de garantizar que las mejoras en las normas internacionales nos ayuden a encarrilarnos y retomar el camino hacia un sistema de comercio agrícola más justo y sostenible, así como a superar los recientes reveses a nuestros esfuerzos por combatir el hambre y la desnutrición. La Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios a celebrarse en septiembre, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima (COP26) que se llevará a cabo en noviembre, y la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio que comenzará a finales de ese mismo mes brindan a los responsables de la formulación de políticas amplias oportunidades para cumplir con sus cometidos.
La pandemia de COVID-19, las recesiones económicas, el cambio climático y los conflictos han contribuido a un aumento del hambre y la desnutrición. Además, el reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático plantea la más reciente de una serie de advertencias que muestran las razones por las que los gobiernos deben tomar medidas audaces e inmediatas para abordar los desafíos a los que nos enfrentamos.
De manera especial, los gobiernos deberían centrarse en corregir y reducir las distorsiones que actualmente agobian a los mercados agrícolas y alimentarios. Si los responsables de la formulación de políticas pueden mejorar el funcionamiento de estos mercados, los productores y consumidores vulnerables serán los más beneficiados.
Está claro que seguir como hasta ahora no es una opción. Según estimaciones recientes de las agencias de la ONU, entre 720 millones y 811 millones de personas pasaron hambre durante el año 2020. Además, la inseguridad alimentaria moderada o grave ha aumentado lentamente durante los últimos seis años, y ahora afecta a casi una de cada tres personas en el mundo. Debemos cambiar de rumbo si queremos alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) relativo a poner fin al hambre y la malnutrición hasta finales de esta década.
El aumento previsto de la población mundial, que indica que alcanzaremos casi 10.000 millones de habitantes hasta el año 2050, añade un elemento urgente adicional. La mejora de las normas en materia de comercio y mercados puede contribuir a mejorar la seguridad alimentaria al apoyar los esfuerzos por crear puestos de trabajo, aumentar los ingresos e impulsar la productividad agrícola de forma sostenible. Un mejor funcionamiento de los mercados también reforzaría la resiliencia del sistema alimentario ante el calentamiento global, a medida que cambian los patrones de temperatura y precipitación, y los fenómenos meteorológicos extremos, como por ejemplo las sequías, inundaciones y tormentas, se tornen en más frecuentes e intensos.
Al mismo tiempo, el reciente repunte del hambre y la malnutrición debe considerarse en el contexto de los importantes avances logrados a lo largo del último cuarto de siglo. Durante este período, decenas de millones de personas han salido de la pobreza y de la inseguridad alimentaria, gracias al aumento de los ingresos medios y a la mayor integración de los mercados.
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Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, el comercio de alimentos y agricultura se ha más que duplicado en términos reales desde 1995, y la participación del comercio entre países en desarrollo también está creciendo de manera rápida. Recientemente, las nuevas tecnologías digitales han contribuido a la transformación de los mercados agrícolas y alimentarios al aumentar la productividad y facilitar el comercio transfronterizo de bienes y servicios.
Además, los países han negociado y firmado cantidades crecientes de nuevos acuerdos comerciales bilaterales y regionales a medida que buscan mejorar sus accesos a los mercados y profundizar la integración con sus socios comerciales, tanto en las regiones vecinas como en otras más lejanas. No obstante, los esfuerzos por actualizar las normas del comercio a nivel mundial en materia de alimentación y agricultura sólo avanzaron lentamente.
En una reunión celebrada en Nairobi en el año 2015, los ministros de comercio concretaron un acuerdo para poner fin a los subsidios a las exportaciones agrícolas, cumpliendo así con un compromiso claro dentro del marco de los ODS. Y, dos años antes en Bali, los países llegaron a un acuerdo bajo los auspicios de la OMC sobre otros asuntos agrícolas y alimentarios como parte de un paquete comercial más amplio. Sin embargo, aún queda mucho por hacer para abordar problemas de larga data en los mercados agrícolas y alimentarios, y para garantizar que las normas mundiales también sean propicias para cumplir con su fin en el futuro.
En el período previo a la conferencia ministerial de la OMC, yo voy a presidir las conversaciones entre los negociadores sobre una lista de siete temas relacionados con el comercio agrícola, incluidos entre ellos los subsidios a productos (como por ejemplo el algodón), las restricciones a las exportaciones de alimentos y el desafío de mejorar el acceso de los agricultores a los mercados. También figuran en la agenda normas que rigen la adquisición de alimentos para las existencias públicas, salvaguardias para los productos agrícolas y normas sobre las medidas que se asemejan a las subvenciones a las exportaciones. En todos los ámbitos, la mejora de la transparencia al hacer que más información esté fácilmente disponible es una preocupación fundamental para muchos países.
Los ministros podrían dar un importante paso adelante en la conferencia de la OMC al acordar un resultado en materia de alimentación y agricultura que ayude a restablecer la confianza, establezca un camino a seguir y galvanice el compromiso político. Esto nos permitiría restablecer la confianza en nuestra capacidad colectiva para abordar los desafíos que enfrentamos.
Hoy debemos esforzarnos por superar la pandemia, construir economías más inclusivas y sostenibles y sentar las bases para un futuro más justo y con mayor resiliencia. Un comienzo importante sería un acuerdo en la OMC que mejore las normas del comercio de alimentos y productos agrícolas.
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Iran’s mass ballistic missile and drone attack on Israel last week raised anew the specter of a widening Middle East war that draws in Iran and its proxies, as well as Western countries like the United States. The urgent need to defuse tensions – starting by ending Israel’s war in Gaza and pursuing a lasting political solution to the Israeli-Palestinian conflict – is obvious, but can it be done?
The most successful development stories almost always involve major shifts in the sources of economic growth, which in turn allow economies to reinvent themselves out of necessity or by design. In China, the interplay of mounting external pressures, lagging household consumption, and falling productivity will increasingly shape China’s policy choices in the years ahead.
explains why the Chinese authorities should switch to a consumption- and productivity-led growth model.
Designing a progressive anti-violence strategy that delivers the safety for which a huge share of Latin Americans crave is perhaps the most difficult challenge facing many of the region’s governments. But it is also the most important.
urge the region’s progressives to start treating security as an essential component of social protection.
GINEBRA – Este año, los gobiernos tienen la oportunidad de garantizar que las mejoras en las normas internacionales nos ayuden a encarrilarnos y retomar el camino hacia un sistema de comercio agrícola más justo y sostenible, así como a superar los recientes reveses a nuestros esfuerzos por combatir el hambre y la desnutrición. La Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios a celebrarse en septiembre, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima (COP26) que se llevará a cabo en noviembre, y la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio que comenzará a finales de ese mismo mes brindan a los responsables de la formulación de políticas amplias oportunidades para cumplir con sus cometidos.
La pandemia de COVID-19, las recesiones económicas, el cambio climático y los conflictos han contribuido a un aumento del hambre y la desnutrición. Además, el reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático plantea la más reciente de una serie de advertencias que muestran las razones por las que los gobiernos deben tomar medidas audaces e inmediatas para abordar los desafíos a los que nos enfrentamos.
De manera especial, los gobiernos deberían centrarse en corregir y reducir las distorsiones que actualmente agobian a los mercados agrícolas y alimentarios. Si los responsables de la formulación de políticas pueden mejorar el funcionamiento de estos mercados, los productores y consumidores vulnerables serán los más beneficiados.
Está claro que seguir como hasta ahora no es una opción. Según estimaciones recientes de las agencias de la ONU, entre 720 millones y 811 millones de personas pasaron hambre durante el año 2020. Además, la inseguridad alimentaria moderada o grave ha aumentado lentamente durante los últimos seis años, y ahora afecta a casi una de cada tres personas en el mundo. Debemos cambiar de rumbo si queremos alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) relativo a poner fin al hambre y la malnutrición hasta finales de esta década.
El aumento previsto de la población mundial, que indica que alcanzaremos casi 10.000 millones de habitantes hasta el año 2050, añade un elemento urgente adicional. La mejora de las normas en materia de comercio y mercados puede contribuir a mejorar la seguridad alimentaria al apoyar los esfuerzos por crear puestos de trabajo, aumentar los ingresos e impulsar la productividad agrícola de forma sostenible. Un mejor funcionamiento de los mercados también reforzaría la resiliencia del sistema alimentario ante el calentamiento global, a medida que cambian los patrones de temperatura y precipitación, y los fenómenos meteorológicos extremos, como por ejemplo las sequías, inundaciones y tormentas, se tornen en más frecuentes e intensos.
Al mismo tiempo, el reciente repunte del hambre y la malnutrición debe considerarse en el contexto de los importantes avances logrados a lo largo del último cuarto de siglo. Durante este período, decenas de millones de personas han salido de la pobreza y de la inseguridad alimentaria, gracias al aumento de los ingresos medios y a la mayor integración de los mercados.
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Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, el comercio de alimentos y agricultura se ha más que duplicado en términos reales desde 1995, y la participación del comercio entre países en desarrollo también está creciendo de manera rápida. Recientemente, las nuevas tecnologías digitales han contribuido a la transformación de los mercados agrícolas y alimentarios al aumentar la productividad y facilitar el comercio transfronterizo de bienes y servicios.
Además, los países han negociado y firmado cantidades crecientes de nuevos acuerdos comerciales bilaterales y regionales a medida que buscan mejorar sus accesos a los mercados y profundizar la integración con sus socios comerciales, tanto en las regiones vecinas como en otras más lejanas. No obstante, los esfuerzos por actualizar las normas del comercio a nivel mundial en materia de alimentación y agricultura sólo avanzaron lentamente.
En una reunión celebrada en Nairobi en el año 2015, los ministros de comercio concretaron un acuerdo para poner fin a los subsidios a las exportaciones agrícolas, cumpliendo así con un compromiso claro dentro del marco de los ODS. Y, dos años antes en Bali, los países llegaron a un acuerdo bajo los auspicios de la OMC sobre otros asuntos agrícolas y alimentarios como parte de un paquete comercial más amplio. Sin embargo, aún queda mucho por hacer para abordar problemas de larga data en los mercados agrícolas y alimentarios, y para garantizar que las normas mundiales también sean propicias para cumplir con su fin en el futuro.
En el período previo a la conferencia ministerial de la OMC, yo voy a presidir las conversaciones entre los negociadores sobre una lista de siete temas relacionados con el comercio agrícola, incluidos entre ellos los subsidios a productos (como por ejemplo el algodón), las restricciones a las exportaciones de alimentos y el desafío de mejorar el acceso de los agricultores a los mercados. También figuran en la agenda normas que rigen la adquisición de alimentos para las existencias públicas, salvaguardias para los productos agrícolas y normas sobre las medidas que se asemejan a las subvenciones a las exportaciones. En todos los ámbitos, la mejora de la transparencia al hacer que más información esté fácilmente disponible es una preocupación fundamental para muchos países.
Los ministros podrían dar un importante paso adelante en la conferencia de la OMC al acordar un resultado en materia de alimentación y agricultura que ayude a restablecer la confianza, establezca un camino a seguir y galvanice el compromiso político. Esto nos permitiría restablecer la confianza en nuestra capacidad colectiva para abordar los desafíos que enfrentamos.
Hoy debemos esforzarnos por superar la pandemia, construir economías más inclusivas y sostenibles y sentar las bases para un futuro más justo y con mayor resiliencia. Un comienzo importante sería un acuerdo en la OMC que mejore las normas del comercio de alimentos y productos agrícolas.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos