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El nuevo multilateralismo financiero de Janet Yellen

LONDRES – El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han vuelto a la acción de maneras que habrían resultado inconcebibles inclusive hace un año. En el gobierno del ex presidente Donald Trump, Estados Unidos –el socio principal, con derecho a veto, en ambas instituciones- hizo poco (más allá de causar alteraciones ocasionales) para diseñar sus políticas. Ahora, Estados Unidos está tomando la delantera para coordinar su rol y ayudar a los países pobres a responder a la crisis del COVID-19.

A la cabeza de esta estrategia está la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen. En una carta a sus colegas del G20 el mes pasado, Yellen escribió que ningún país por sí solo puede “cantar victoria” por la “crisis sanitaria y económica dual” causada por la pandemia. “Éste”, agregó, “es un momento hecho para la acción y para el multilateralismo”.

La carta de Yellen tal vez no marque el inicio de un nuevo “momento Bretton Woods”, como predica la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva. Pero sí marca un distanciamiento bienvenido de la imprudencia y negligencia de Trump. Y sí busca una acción real a la que la administración Trump se había opuesto: el fortalecimiento de los kits de herramientas del FMI y del Banco Mundial, incluyendo los instrumentos concesionales del Fondo, y una nueva asignación de su activo de reserva, los derechos especiales de giro (DEG), para aumentar la liquidez para los países de bajos ingresos.

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