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El capitalismo asesino de Estados Unidos

PRINCETON – Un gran fracaso del capitalismo estadounidense contemporáneo es que no está beneficiando a nadie. La minoría educada –el tercio de la población adulta con título universitario- ha prosperado, pero el resto ha perdido, no en términos relativos sino absolutos. Los hechos son cada vez más claros e imposibles de pasar por alto. Las perspectivas de los estadounidenses con menos formación son peores: están perdiendo en términos materiales, tienen que soportar más dolor y aislamiento social, y sus vidas se están volviendo más cortas.

Después de 1970, el motor del progreso estadounidense comenzó a tambalear. Desde principios de la década de 1980, el crecimiento económico se ralentizó y lo que una vez fue una distribución en gran medida igualitaria comenzó a concentrarse en los niveles más altos. El importante trabajo de los economistas Thomas Piketty y Emmanuel Saez con los registros tributarios estadounidenses muestra lo bien que lo han hecho quienes están en la cima de la pirámide.

Si bien muchos comentaristas con cálculos alternativos han cuestionado la extensión de la desigualdad del ingreso, ninguno ha podido desmentir la tendencia. Otros argumentan que no es causa de inquietud, siempre y cuando todos prosperen. Para ellos, la evidencia de la caída de los indicadores materiales es un reto más serio. Entre los varones sin título universitario, los salarios reales medios (ajustados a la inflación) han sufrido un declive constante por más de 50 años, con interrupciones durante los periodos de auge económico, pero nunca recuperándose lo suficiente como para volver al punto máximo previo. Incluso en el punto álgido del auge inmediatamente anterior a la pandemia del COVID-19, los salarios medios eran inferiores a los de cualquier momento de los años 80.

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