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No puede haber descarbonización sin democratización

NEW HAVEN – El planeta arde. Las advertencias del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático respecto de las consecuencias del aumento de temperaturas son cada vez peores. Y la invasión rusa de Ucrania inició una carrera en Europa y otros lugares, para lograr independencia energética a través de transformaciones económicas aceleradas.

Dada la urgencia que adquiere la descarbonización, es tentador pensar en atajos políticos. ¿Por qué no probar un despotismo ilustrado, una «epistocracia» (gobierno de expertos): elegir a los mejores climatólogos e ingenieros y darles poder para tomar decisiones por nosotros? ¿Por qué no adoptar el método chino de imponer grandes cambios a la fuerza y descartar sin más cualquier errada resistencia de las bases?

Pero en realidad, no puede haber descarbonización sin democratización. Así como se ha vuelto urgente hallar soluciones al cambio climático, también hay necesidad urgente de resolver el creciente desencanto con la democracia. No hace falta repasar los diversos indicadores de desilusión democrática (sentimiento público desfavorable, aumento del abstencionismo electoral, pérdida de confianza en los políticos y en las instituciones públicas, etc.) para comprender que hoy muchas personas consideran que la democracia es más un problema que una solución.

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