

From semiconductors to electric vehicles, governments are identifying the strategic industries of the future and intervening to support them – abandoning decades of neoliberal orthodoxy in the process. Are industrial policies the key to tackling twenty-first-century economic challenges or a recipe for market distortions and lower efficiency?
SANTIAGO – Tan solo en los últimos meses, el presidente del Perú intentó disolver el congreso, la vicepresidenta de Argentina fue condenada por corrupción, y el presidente de Brasil amenazó con no dejar su cargo si perdía en las próximas elecciones. Cuando a esto se añade la consolidación de las dictaduras en Venezuela y Nicaragua, y el anuncio hecho por el presidente de El Salvador que será candidato a su reelección a pesar de que la constitución de su país lo prohíbe, la conclusión parece clara: en América Latina la democracia está en aprietos.
Una segunda mirada revela un panorama diferente. El presidente del Perú que trató de disolver el congreso fue destituido pacíficamente por ese mismo congreso. Y si bien el presidente saliente de Brasil pasó sus últimas seis semanas enfurruñado en su residencia –al estilo de Donald Trump– su jefe de gabinete informó que se procedería al cambio de mando sin trabas. Y a pesar de que en Argentina abundan los problemas, los argentinos pueden estar agradecidos de que por lo menos disponen de jueces independientes que condenan a figuras gubernamentales poderosas, algo con lo que solo pueden soñar los ciudadanos de Rusia, China o Arabia Saudita.
Es posible que la democracia liberal en América Latina no esté pasando por su mejor momento, pero tampoco es el peor. Las crisis han ido y venido, pero la cultura y las instituciones de la democracia han demostrado ser inesperadamente robustas en muchos países de la región.
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