NUEVA YORK – ¿Qué impacto tendrá la próxima administración estadounidense en el crecimiento económico y la inflación? La respuesta aún no está clara, porque si bien algunas de las políticas propuestas por el presidente electo Donald Trump impulsarían el crecimiento y reducirían la inflación con el tiempo, otras tendrán el efecto contrario.
En el lado positivo del balance, Trump será en general favorable a las empresas, y este hecho por sí solo podría estimular la actividad económica al desatar los “espíritus animales” que impulsan la inversión empresarial, la innovación y el crecimiento. El crecimiento también debería beneficiarse si él y los republicanos del Congreso consiguen prorrogar de manera permanente los recortes de los impuestos corporativos y sobre la renta de las personas físicas que expirarán en 2025. Del mismo modo, si se mantienen a raya los posibles excesos de su programa desregulador, la reducción de la burocracia podría promover el crecimiento y fomentar la competencia, reduciendo los precios en el más largo plazo.
Trump también quiere aumentar la producción de petróleo y gas de Estados Unidos en un equivalente a tres millones de barriles diarios, lo que podría reducir los precios de la energía y lograr que los sectores nacionales que consumen mucha energía sean más competitivos. Pero es de esperar que esto pueda hacerse sin eliminar gradualmente la mayor parte de los subsidios a la energía verde de la administración anterior.
El “Departamento de Eficiencia Gubernamental”, un comité asesor externo dirigido por Elon Musk y Vivek Ramaswamy (dos importantes donantes de la campaña de Trump), no llegará ni cerca de recortar el presupuesto federal en 2 billones de dólares, como se prometió en un principio. Pero si el DOGE puede identificar recortes inclusive por 200.000 millones de dólares, podría reducir las ineficiencias del sector público.
Por último, el creciente apoyo de Trump entre los líderes tecnológicos sugiere que podríamos asistir a una aceleración de la ventaja comparativa de Estados Unidos en muchas industrias del futuro, empezando por la inteligencia artificial, la robótica, la automatización y la investigación biomédica. No solo es improbable que la nueva administración se interponga en el camino de estas industrias, sino que se esforzará por eliminar cualquier resistencia a la que se enfrenten por parte de los reguladores o la sociedad civil.
Pero un crecimiento más rápido y una menor inflación gracias a las políticas fiscales, la desregulación y otras medidas favorables a las empresas tardarán en materializarse y, sobre todo, dependerán del impacto del lado negativo del balance de Trump. En particular, varias de las políticas que Trump ha prometido podrían provocar un aumento de la inflación, ya sea a través de shocks negativos de la oferta o atizando una demanda excesiva. No se puede negar que los aranceles elevados, las guerras comerciales y el desacople de China serán inflacionarios y perjudiciales para el crecimiento. La magnitud del daño, sin embargo, dependerá del tamaño y el alcance de los aranceles y otras políticas proteccionistas.
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Del mismo modo, las restricciones draconianas a la inmigración -por no hablar de las deportaciones masivas- socavarán aún más el crecimiento e impulsarán la inflación al incrementar los costos laborales y aumentar el riesgo de escasez de mano de obra en sectores clave. Asimismo, si los recortes fiscales se vuelven permanentes y se aplican otras promesas fiscales sin medios para pagarlas, la deuda pública podría aumentar en casi 8 billones de dólares en los próximos diez años. Esto también atizaría la inflación, lo que haría subir las tasas de interés a largo plazo y desincentivaría la inversión futura, socavando el crecimiento.
Un intento desordenado de reforzar la competitividad nacional debilitando el dólar también podría provocar un aumento de la inflación y agitar a los mercados financieros. Y cualquier intento, real o inminente, de desafiar la independencia de la Reserva Federal de Estados Unidos aumentaría tanto la inflación prevista como la real.
El impacto de los factores geopolíticos es igualmente incierto. Trump puede contener y reducir algunos riesgos geopolíticos que afectan a las economías y los mercados -como la guerra entre Rusia y Ucrania y los conflictos de Oriente Medio-, pero también puede desencadenar una guerra económica más amplia con China que podría fragmentar aún más la economía mundial.
En consecuencia, los efectos de la administración Trump sobre el crecimiento y la inflación dependerán del equilibrio relativo de las políticas positivas y negativas. Afortunadamente, varios factores pueden jugar en contra de las propuestas más perjudiciales de Trump. El primero, y quizás el más importante, es la disciplina del mercado: las políticas que aumenten la inflación y el déficit despertarán a los “vigilantes” del mercado de bonos, harán subir las tasas de interés nominales y reales (ajustadas por inflación) a largo plazo y, posiblemente, causarán una corrección del mercado bursátil (una caída de al menos el 10%). Dado que Trump considera el mercado de valores como un indicador del desempeño presidencial, esta señal por sí sola podría echarles agua fría a sus ideas más febriles.
Asimismo, dado que la Fed sigue siendo independiente, es casi seguro que reduzca o detenga sus recortes de tasas si la inflación vuelve a repuntar. La mera posibilidad de este desenlace debería servir como una restricción adicional a la mala formulación de políticas, al igual que la influencia de los candidatos de Trump para ocupar altos cargos en el ámbito de la política económica, que en general entienden la economía y los mercados. Por último, la escasa mayoría republicana en la Cámara de Representantes implica que Trump no puede contar necesariamente con que su partido respalde plenamente todas sus políticas, especialmente las que aumentarían sustancialmente la deuda pública.
Todas estas son barreras importantes. Si limitamos nuestras perspectivas a 2025, el impacto neto de la agenda económica de Trump puede ser un lavado de cara para el crecimiento, aunque es probable que el ritmo de retorno de la economía a la meta de inflación del 2% de la Fed se desacelere. El crecimiento puede mantenerse por encima del potencial -dados los fuertes vientos de cola-, pero será menor que en 2024. Mientras se contengan las políticas más radicales de Trump -y salvo algún acontecimiento inesperado, como un shock geopolítico-, el próximo año debería ser relativamente benigno para la economía estadounidense.
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Although AI has great potential to bring exciting changes to education, art, medicine, robotics, and other fields, it also poses major risks, most of which are not being addressed. Judging by the response so far from political and other institutions, we can safely expect many years of instability.
offers a brief roadmap of how the technology will evolve and be deployed over the next few years.
Despite Donald Trump’s assurances that he will not seek to remove Federal Reserve Chair Jerome Powell, there is little doubt that the US president-elect aims to gain greater influence over the Fed’s decision-making. Such interference could drive up long-term interest rates, damaging the American economy.
worries about the incoming US administration’s plans to weaken the central bank’s independence.
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NUEVA YORK – ¿Qué impacto tendrá la próxima administración estadounidense en el crecimiento económico y la inflación? La respuesta aún no está clara, porque si bien algunas de las políticas propuestas por el presidente electo Donald Trump impulsarían el crecimiento y reducirían la inflación con el tiempo, otras tendrán el efecto contrario.
En el lado positivo del balance, Trump será en general favorable a las empresas, y este hecho por sí solo podría estimular la actividad económica al desatar los “espíritus animales” que impulsan la inversión empresarial, la innovación y el crecimiento. El crecimiento también debería beneficiarse si él y los republicanos del Congreso consiguen prorrogar de manera permanente los recortes de los impuestos corporativos y sobre la renta de las personas físicas que expirarán en 2025. Del mismo modo, si se mantienen a raya los posibles excesos de su programa desregulador, la reducción de la burocracia podría promover el crecimiento y fomentar la competencia, reduciendo los precios en el más largo plazo.
Trump también quiere aumentar la producción de petróleo y gas de Estados Unidos en un equivalente a tres millones de barriles diarios, lo que podría reducir los precios de la energía y lograr que los sectores nacionales que consumen mucha energía sean más competitivos. Pero es de esperar que esto pueda hacerse sin eliminar gradualmente la mayor parte de los subsidios a la energía verde de la administración anterior.
El “Departamento de Eficiencia Gubernamental”, un comité asesor externo dirigido por Elon Musk y Vivek Ramaswamy (dos importantes donantes de la campaña de Trump), no llegará ni cerca de recortar el presupuesto federal en 2 billones de dólares, como se prometió en un principio. Pero si el DOGE puede identificar recortes inclusive por 200.000 millones de dólares, podría reducir las ineficiencias del sector público.
Por último, el creciente apoyo de Trump entre los líderes tecnológicos sugiere que podríamos asistir a una aceleración de la ventaja comparativa de Estados Unidos en muchas industrias del futuro, empezando por la inteligencia artificial, la robótica, la automatización y la investigación biomédica. No solo es improbable que la nueva administración se interponga en el camino de estas industrias, sino que se esforzará por eliminar cualquier resistencia a la que se enfrenten por parte de los reguladores o la sociedad civil.
Pero un crecimiento más rápido y una menor inflación gracias a las políticas fiscales, la desregulación y otras medidas favorables a las empresas tardarán en materializarse y, sobre todo, dependerán del impacto del lado negativo del balance de Trump. En particular, varias de las políticas que Trump ha prometido podrían provocar un aumento de la inflación, ya sea a través de shocks negativos de la oferta o atizando una demanda excesiva. No se puede negar que los aranceles elevados, las guerras comerciales y el desacople de China serán inflacionarios y perjudiciales para el crecimiento. La magnitud del daño, sin embargo, dependerá del tamaño y el alcance de los aranceles y otras políticas proteccionistas.
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Un intento desordenado de reforzar la competitividad nacional debilitando el dólar también podría provocar un aumento de la inflación y agitar a los mercados financieros. Y cualquier intento, real o inminente, de desafiar la independencia de la Reserva Federal de Estados Unidos aumentaría tanto la inflación prevista como la real.
El impacto de los factores geopolíticos es igualmente incierto. Trump puede contener y reducir algunos riesgos geopolíticos que afectan a las economías y los mercados -como la guerra entre Rusia y Ucrania y los conflictos de Oriente Medio-, pero también puede desencadenar una guerra económica más amplia con China que podría fragmentar aún más la economía mundial.
En consecuencia, los efectos de la administración Trump sobre el crecimiento y la inflación dependerán del equilibrio relativo de las políticas positivas y negativas. Afortunadamente, varios factores pueden jugar en contra de las propuestas más perjudiciales de Trump. El primero, y quizás el más importante, es la disciplina del mercado: las políticas que aumenten la inflación y el déficit despertarán a los “vigilantes” del mercado de bonos, harán subir las tasas de interés nominales y reales (ajustadas por inflación) a largo plazo y, posiblemente, causarán una corrección del mercado bursátil (una caída de al menos el 10%). Dado que Trump considera el mercado de valores como un indicador del desempeño presidencial, esta señal por sí sola podría echarles agua fría a sus ideas más febriles.
Asimismo, dado que la Fed sigue siendo independiente, es casi seguro que reduzca o detenga sus recortes de tasas si la inflación vuelve a repuntar. La mera posibilidad de este desenlace debería servir como una restricción adicional a la mala formulación de políticas, al igual que la influencia de los candidatos de Trump para ocupar altos cargos en el ámbito de la política económica, que en general entienden la economía y los mercados. Por último, la escasa mayoría republicana en la Cámara de Representantes implica que Trump no puede contar necesariamente con que su partido respalde plenamente todas sus políticas, especialmente las que aumentarían sustancialmente la deuda pública.
Todas estas son barreras importantes. Si limitamos nuestras perspectivas a 2025, el impacto neto de la agenda económica de Trump puede ser un lavado de cara para el crecimiento, aunque es probable que el ritmo de retorno de la economía a la meta de inflación del 2% de la Fed se desacelere. El crecimiento puede mantenerse por encima del potencial -dados los fuertes vientos de cola-, pero será menor que en 2024. Mientras se contengan las políticas más radicales de Trump -y salvo algún acontecimiento inesperado, como un shock geopolítico-, el próximo año debería ser relativamente benigno para la economía estadounidense.