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¿La extrema derecha francesa se moderaría si llegara al poder?

PARÍS – Luego de un viaje a París a fines de 2022, escribí una nota de investigación controversial en contra de la opinión generalizada de ese momento. En el texto yo decía que, tras su reelección a comienzos de ese año, el presidente francés, Emmanuel Macron, seguiría gobernando como Napoleón, implementando de manera arrogante y por decreto reformas prudentes, pero poco populares, en lugar de garantizarse mayorías parlamentarias. Predije que, al momento de las próximas elecciones europeas, su partido iba a caer totalmente en desgracia, permitiendo que Agrupación Nacional, el partido de extrema derecha de Marine Le Pen, ganara de manera arrasadora.

En este escenario, Macron tendría que gobernar con un gobierno minoritario aún más débil y los inversores, temerosos de una victoria de Le Pen en la elección presidencial de 2027, impondrían una disciplina de mercado: primas de tasas de interés más elevadas y precios de las acciones más bajos. Pero esto se convertiría en una profecía autocumplida, porque el mercado obligaría a Macron a imponer por decreto medidas de austeridad mucho menos populares.

Desafortunadamente, este descarrilamiento en cámara lenta ha sucedido como yo esperaba. Luego de la derrota de su partido en las elecciones europeas el mes pasado, Macron, desacertadamente, disolvió la Asamblea Nacional y convocó a una elección apresurada. En el mejor de los casos, se quedará con un parlamento sin mayoría absoluta y un gobierno minoritario demasiado débil como para soportar un voto de no confianza. Pero el escenario más factible es que Agrupación Nacional gane la elección y esté al frente del próximo gobierno en un acuerdo de “convivencia” debilitado con la administración de Macron.

Si Agrupación Nacional se garantizara una mayoría absoluta en la segunda vuelta, ¿llevaría adelante su peligrosa visión de extrema derecha de una expansión fiscal imprudente y de un unilateralismo anti-UE, posicionándose en un trayecto de colisión con la Comisión Europea? ¿O se moderaría y se presentaría como un partido más tradicional como lo ha hecho Hermanos de Italia de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni?

Una “melonización” total es poco probable por múltiples razones. Por empezar, la plataforma de campaña y las opiniones explícitas de Le Pen están mucho más a la derecha que las de Meloni. En segundo lugar, el gobierno de derecha de Italia hizo una buena jugada porque se mantuvo firme para destrabar casi 200.000 millones de euros (217.000 millones de dólares) en fondos de la UE (subsidios y préstamos de bajo costo) en el marco del plan de recuperación postpandemia. Francia, en cambio, es un contribuyente neto al presupuesto de la UE.

En tercer lugar, Meloni comenzó con menos bagaje anti-UE y una tendencia más pro-OTAN y pro-Ucrania, mientras que el partido de Le Pen es, históricamente, euroescéptico y se ha beneficiado del financiamiento ruso en el pasado. Y mientras que el ex primer ministro Mario Draghi, un tecnócrata muy respetado, actuó como “guía parental” para una Meloni inicialmente ingenua, Le Pen podría estar sola.

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Aun así, existen varias razones para pensar que Le Pen y su segundo, Jordan Bardella (como primer ministro), estarían parcialmente melonizados. Primero, la mayoría de los partidos en efecto se moderan una vez que están en el poder, simplemente porque la tarea de gobernar impone demandas por encima y más allá de todo aquello por lo que necesita preocuparse cualquier partido de la oposición. Segundo, si Le Pen quiere ser presidenta en 2027, debe demostrar que Agrupación Nacional puede gobernar de manera competente, y esto tal vez exija una coalición con fuerzas más moderadas.

Por otra parte, tanto la Unión Europea como el Banco Central Europeo pueden influir en las posiciones políticas francesas a través de diversos palos y zanahorias. Francia ya está sujeta a un procedimiento de la Comisión Europea que le exige reducir -y, ciertamente, no aumentar- su déficit; y el BCE puede brindar un apoyo condicional o inclusive incondicional a aquellos países que se comportan razonablemente bien y cuyos diferenciales de tasas de interés soberanos se han ampliado de manera excesiva. De hecho, algunos han sugerido que si la presidenta del BCE, Christine Lagarde, que fue ministra de Finanzas de Francia, se muestra complaciente con Le Pen, al final de cuentas podría haber cierta “guía parental”.

Si todo lo demás fallara, la disciplina de mercado -traducida en un diferencial soberano creciente y un mercado bursátil marcadamente en baja, o inclusive en una baja de la calificación- podría impedir políticas fiscales excesivamente imprudentes o, por lo menos, forzar una reversión de esas políticas si ya fueran un hecho. Los vigilantes de bonos siguen siendo la limitación más vinculante a una imprudencia económica en la mayoría de los países. Es por eso que el gobierno de Liz Truss en el Reino Unido duró apenas 44 días.

Si Agrupación Nacional es inteligente, moderará su programa fiscal y aplacará a sus seguidores -al estilo de Meloni- haciendo hincapié en la seguridad, la ley y el orden y las restricciones inmigratorias. Si sufriera algún revés en las políticas económicas o sociales, podría simplemente echarle la culpa a Macron, a la UE y a los inversores “malvados”, potenciando su argumento de que también deberían entregarle la presidencia.

Dicho esto, un gobierno liderado por Agrupación Nacional enfrentaría importantes riesgos y desafíos representados por una desobediencia civil, una resistencia burocrática (“estado profundo”), huelgas de trabajadores (organizadas por el líder de extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon), protestas de estudiantes y profesores y, potencialmente, el tipo de violencia que estalló el año pasado en los barrios predominantemente musulmanes (suburbios de bajos ingresos) luego del asesinato a manos de la policía de un joven musulmán francés. Si Francia, un país famoso por las manifestaciones y las revoluciones masivas -inclusive cuando en el poder hay regímenes más moderados-, es gobernada por un partido de extrema derecha, y la segunda agrupación parlamentaria más grande es de extrema izquierda, la agitación constante, y potencialmente un caos violento, se volverán la norma.

La convivencia con Macron no haría más que complicar las cosas. El presidente, que alguna vez se comparó con Júpiter, se volvería un cero a la izquierda, y hasta podría decidir renunciar, dando lugar así a una elección presidencial antes de 2027. Aun si la elección actual termina en un parlamento sin mayoría absoluta, el gobierno de Macron podría ser derrocado por un voto de no confianza, lo que conduciría a un gobierno interino incapacitado con el que pocos aliados de los que todavía le quedan al presidente querrían verse asociados. En consecuencia, Macron puede incluso renunciar en el escenario de un parlamento sin mayoría absoluta.

En cualquier escenario, el establishment resultaría aún más desacreditado y Le Pen estaría bien posicionada para crecer con el respaldo que tiene actualmente. No hay políticos obvios y carismáticos que puedan desafiarla en la elección presidencial. A menos que ella y Bardella se autodestruyan, tarde o temprano llegarán al poder. Pero, cuando lo hagan, quizás estén lo suficientemente melonizados como para aliviar los peores miedos de muchos observadores. En cualquier caso, ésa es la esperanza.

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