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El argumento económico para decomisar los activos congelados de Rusia y así apoyar a Ucrania

LONDRES – Si Ucrania va a derrotar a Rusia y a reconstruirse después de la guerra, necesitará enormes sumas de dinero, que probablemente excedan lo que los electorados y los políticos occidentales quieren o pueden ofrecer. La buena noticia es que ya existe un pozo gigantesco de dinero no occidental al que se puede recurrir: los 300.000 millones de dólares de activos soberanos rusos congelados en jurisdicciones occidentales. La mala noticia, sin embargo, es que los países occidentales no han podido ponerse de acuerdo sobre un plan de acción compartido para hacer uso de estos activos.

Las reservas rusas congeladas podrían inclinar la balanza de la guerra a favor de Ucrania y reducir sustancialmente la carga financiera que recae sobre los contribuyentes occidentales. Sin embargo, quienes se oponen a decomisarlas no han logrado entender las duras realidades económicas que plantea la situación. Los niveles actuales de respaldo occidental simplemente no garantizan una victoria ucraniana.

El financiamiento occidental solo para mantener a Ucrania en la guerra actualmente totaliza unos 100.000 millones de dólares por año, o cerca de 8.500 millones de dólares por mes. Pero para que Ucrania represente un desafío importante para Rusia, Occidente tendría que incrementar este gasto y acercarse a 150.000 millones de dólares por año -o unos 12.500 millones de dólares por mes-. Este era el nivel de gasto a mediados de 2023, cuando Ucrania ganaba terreno. Para fines de 2023, sin embargo, el gasto había colapsado a 4.000 millones de dólares por mes, y un proyecto de ley para proveer ayuda adicional estaba atascado en el Congreso de Estados Unidos, lo que a Ucrania le significó perder vidas, territorio e impulso.

¿Realmente deberíamos esperar que los gobiernos occidentales apelen a sus propios contribuyentes para otorgarle a Ucrania un financiamiento adicional de 50.000 millones de dólares por año? ¿Qué pasa si Donald Trump gana la elección presidencial de Estados Unidos de este año y el financiamiento norteamericano actual (cerca de 45.000 millones de dólares por año) deja de existir? Es poco probable que Europa quiera o pueda cubrir la brecha de financiamiento anual que ascendería así a 95.000 millones de dólares. Sin embargo, quienes se oponen a confiscar los activos de Rusia no ofrecen otras alternativas y tampoco se preocupan por las consecuencias de no financiar a Ucrania.

A no confundirse: una derrota ucraniana le generaría a Europa costos sociales, políticos y económicos mucho mayores debido a los gigantescos flujos de refugiados, a los mayores riesgos de seguridad y a los cientos de miles de millones de dólares destinados a un mayor gasto de defensa anual para contrarrestar la amenaza de la agresión rusa.

Quienes se oponen a decomisar los activos de Rusia no están siendo honestos con sus propios contribuyentes respecto de las realidades de la distribución de cargas. Una descripción precisa de la situación actual es que los contribuyentes occidentales están soportando todo el peso de la guerra, mientras que se protegen los activos de los contribuyentes rusos. Esto no es ni moralmente correcto ni políticamente aceptable. Pero los opositores han presentado infinidad de argumentos débiles para justificar que no se puede llevar a cabo una confiscación.

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Un argumento -que sería ilegal- ha sido ampliamente cuestionado por expertos legales, quienes han demostrado que el derecho internacional no permite una medida de estas características. Otros argumentos giran en torno de los riesgos económicos, pero estos tampoco resisten un escrutinio. Nos dicen, por ejemplo, que decomisar activos rusos podría minar la condición de moneda de reserva del dólar y del euro, ya que los regímenes autoritarios retirarían sus propias reservas de Occidente.

¿Pero cuán realista es este escenario? Al inmovilizar activos rusos por 300.000 millones de dólares en febrero de 2022, Occidente ya puso esos fondos fuera del alcance del banco central ruso -y con condiciones para su devolución que probablemente Rusia nunca vaya a aceptar-. En este caso, hay una diferencia mínima en la práctica entre “congelados” y “decomisados”.

Por otra parte, vale recordar que la respuesta de los gobiernos de los mercados emergentes a este embargo de facto hace dos años fue no hacer nada. Inclusive si países como China y Arabia Saudita quisieran llevarse sus activos a otra parte, ¿cómo lo harían? Hay una razón para que los mercados emergentes tengan billones de dólares de activos en las economías occidentales: simplemente no hay otras alternativas para las monedas y mercados del G7 que puedan ofrecer una liquidez y una seguridad similar.

Si un gobierno, de todas maneras, trasladara sus activos, enfrentaría consecuencias devastadoras, desestabilizaría los mercados globales y provocaría una represalia en forma de sanciones occidentales y un retorno al euro y al dólar en una huida hacia activos de calidad. China y Arabia Saudita podrían hablar de la boca para afuera, pero nunca pasarían a la acción, porque entienden que hacer eso perjudicaría a sus propias economías a través de un menor crecimiento global, menos comercio e inversión y precios más bajos del petróleo y de las materias primas. Sabemos que estos regímenes valoran la estabilidad por sobre todas las cosas. ¿Por qué se perjudicarían solo por apoyar al presidente ruso, Vladimir Putin?

Quienes se oponen a una confiscación también sostienen que los activos occidentales en Rusia quedarían librados a una represalia. Pero el estado ruso ya está forzando ventas de estos activos a precios de saldo a aliados del Kremlin, a la vez que impone impuestos punitivos a las empresas occidentales. Al mismo tiempo, los activos occidentales en Rusia son mínimos en comparación con los activos rusos en Occidente, y no hay ningún buen motivo para que los contribuyentes occidentales deban rescatar a empresas occidentales que hicieron malas inversiones comerciales.

Más allá de los muchos riesgos poco realistas o exagerados vinculados al embargo de activos rusos, existe uno que debe tomarse en serio: los países del G7 deben actuar al unísono; de lo contrario, los regímenes autoritarios pueden dividir y reinar eligiendo entre monedas de reserva occidentales. Pasar del dólar al euro (u otra moneda) no tiene que verse como una defensa viable contra los congelamientos y embargos de activos. Si se permiten alternativas líquidas para el dólar en jurisdicciones del G7, la fuga de reservas se convertiría en un peligro real.

La opción es clara. A menos que se confisquen todos los activos rusos congelados y que les sean entregados a Ucrania, Ucrania perderá la guerra y el costo para Occidente será mucho mayor. No existe una alternativa lógica para un embargo de los activos. Los líderes del G7 deberían dejar de buscar excusas, no ser deshonestos con sus propios contribuyentes y poner manos a la obra de una buena vez.

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