BOSTON – La evidencia científica sobre el cambio climático se conoce hace décadas, pero la dirigencia mundial no le dio respuesta con la urgencia que era necesaria. Ahora el problema se ha vuelto tan grave que es imposible ignorarlo, y quienes ocupan puestos de poder enfrentan cada vez más presiones para que empiecen a compensar el tiempo perdido.
En el caso de las empresas, las presiones no surgen sólo de activistas, sino también de accionistas, clientes, inversores, prestamistas, empleados, funcionarios y cualquier parte afectada que comprenda cabalmente la amenaza climática. Hay cada vez más riesgos empresariales, que van desde la interrupción de cadenas de suministro hasta condiciones letales para los empleados que trabajan al aire libre.
A partir de ahora, los directivos tendrán que responder cuatro preguntas clave: ¿Cómo será mi mercado en un mundo de emisión neta nula? ¿Cuál es mi modelo de negocios para triunfar en ese mercado? ¿Qué cambios debo hacer ahora para que la empresa prospere mañana? ¿Qué condiciones básicas necesito y cómo las conseguiré?
Los que actúen a tiempo generarán ventajas competitivas y más oportunidades económicas para sus empresas. El cambio mundial hacia una economía de emisión neta nula ya está en marcha, y es previsible una transformación completa de casi todos los sectores, en la que algunos jugadores obtendrán grandes recompensas y otros padecerán importantes pérdidas.
Tomemos por caso el desempeño bursátil de las empresas energéticas que se comprometieron con la transición a la generación limpia de energía. La multinacional danesa Ørsted pasó de generar el 85% de su producción de energía con combustibles fósiles en 2009 al 88% a partir de fuentes renovables hoy. La empresa espera neutralizar las emisiones derivadas de la generación de energía y otras operaciones en 2025 y eliminarlas por completo en 2040. A la par de esta transformación, la empresa ha comenzado a informar grandes ganancias, y su valuación de mercado se disparó. Según una nota publicada en E&E News: «La cotización de las acciones de la empresa se duplicó desde su salida a bolsa en 2016, de modo tal que el valor de Ørsted llega a 56 000 millones de dólares, superando a ConocoPhillips y a casi todas las empresas estadounidenses de servicios públicos».
Conforme la transición energética se acelere, el compromiso climático se convertirá en un prerrequisito de los negocios. Las empresas líderes en acción climática superarán a las rezagadas, y esa «ventaja del primero» se replicará por toda la economía, comenzando por los sectores para los que el proceso de descarbonización es relativamente sencillo: la generación de electricidad, el transporte y la construcción. Los avances en estas áreas permitirán transformaciones similares en industrias cuya descarbonización presenta más dificultades, por ejemplo el transporte marítimo, la producción de acero y cemento y la aviación.
De hecho, incluso en estos sectores ya comienzan a aparecer líderes climáticos. En transporte marítimo, Maersk se comprometió a lograr la neutralidad de carbono de sus naves en 2023. Señala la compañía: «Propulsada por avances tecnológicos y una creciente demanda de los clientes de contar con cadenas de suministro sostenibles, Maersk está acelerando las iniciativas de descarbonización de las operaciones marítimas».
En aviación, Airbus tomó la delantera y anunció planes para alcanzar en 2035 la neutralidad de carbono con aviones impulsados por hidrógeno. Su director ejecutivo Guillaume Faury sostiene que es «un momento histórico para el sector de la aviación comercial» y que constituye «la transición más importante que esta industria haya experimentado».
Los directivos de cualquier empresa deberían tomar este impulso descarbonizador en sectores donde no resulta fácil como una señal de que la transición a la emisión neta nula ya es una realidad. Como dice Ernest Hemingway sobre la bancarrota, que ocurre «primero poco a poco y luego de golpe», lo mismo pasará con la transición a una economía verde. Los dirigentes empresariales son cada vez más conscientes de que quedarse atrás supone un riesgo mayor cada día que pasa.
Pero la búsqueda de emisión neta nula no es sólo necesaria para asegurar la supervivencia de la empresa, también es rentable. Ya se puede ahorrar dinero implementando iniciativas que permitan reducir el derroche, aumentar la circularidad y mejorar la eficiencia energética. Además, la transición a sistemas y operaciones sostenibles supone importantes beneficios para la marca de la empresa, ya que no sólo atraerá a más clientes sino también a los mejores profesionales. Inversores, miembros de las juntas directivas, funcionarios públicos y otros actores clave muestran cada vez más interés en las empresas que tienen un plan sostenible para el futuro.
Los directores ejecutivos tienen un lugar importante en la toma mundial de decisiones, y eso supone una gran responsabilidad en el sentido de impulsar el progreso hacia la emisión neta nula. Estamos corriendo la carrera de nuestras vidas, y lo mismo va para las empresas. Si no nos movemos rápido, todos saldremos perdiendo. Pero aunque cada cual tiene que hacer su parte, corresponde a quienes tienen más poder aprovechar el lugar que ocupan para acelerar el cambio.
Todavía tenemos una chance de evitar una catástrofe climática, pero sólo será posible en la medida en que cada persona en una posición de liderazgo asuma su responsabilidad. Los riesgos del cambio climático son una amenaza existencial a la que nadie (y ninguna empresa) podrá escapar.
Traducción: Esteban Flamini
BOSTON – La evidencia científica sobre el cambio climático se conoce hace décadas, pero la dirigencia mundial no le dio respuesta con la urgencia que era necesaria. Ahora el problema se ha vuelto tan grave que es imposible ignorarlo, y quienes ocupan puestos de poder enfrentan cada vez más presiones para que empiecen a compensar el tiempo perdido.
En el caso de las empresas, las presiones no surgen sólo de activistas, sino también de accionistas, clientes, inversores, prestamistas, empleados, funcionarios y cualquier parte afectada que comprenda cabalmente la amenaza climática. Hay cada vez más riesgos empresariales, que van desde la interrupción de cadenas de suministro hasta condiciones letales para los empleados que trabajan al aire libre.
A partir de ahora, los directivos tendrán que responder cuatro preguntas clave: ¿Cómo será mi mercado en un mundo de emisión neta nula? ¿Cuál es mi modelo de negocios para triunfar en ese mercado? ¿Qué cambios debo hacer ahora para que la empresa prospere mañana? ¿Qué condiciones básicas necesito y cómo las conseguiré?
Los que actúen a tiempo generarán ventajas competitivas y más oportunidades económicas para sus empresas. El cambio mundial hacia una economía de emisión neta nula ya está en marcha, y es previsible una transformación completa de casi todos los sectores, en la que algunos jugadores obtendrán grandes recompensas y otros padecerán importantes pérdidas.
Tomemos por caso el desempeño bursátil de las empresas energéticas que se comprometieron con la transición a la generación limpia de energía. La multinacional danesa Ørsted pasó de generar el 85% de su producción de energía con combustibles fósiles en 2009 al 88% a partir de fuentes renovables hoy. La empresa espera neutralizar las emisiones derivadas de la generación de energía y otras operaciones en 2025 y eliminarlas por completo en 2040. A la par de esta transformación, la empresa ha comenzado a informar grandes ganancias, y su valuación de mercado se disparó. Según una nota publicada en E&E News: «La cotización de las acciones de la empresa se duplicó desde su salida a bolsa en 2016, de modo tal que el valor de Ørsted llega a 56 000 millones de dólares, superando a ConocoPhillips y a casi todas las empresas estadounidenses de servicios públicos».
Conforme la transición energética se acelere, el compromiso climático se convertirá en un prerrequisito de los negocios. Las empresas líderes en acción climática superarán a las rezagadas, y esa «ventaja del primero» se replicará por toda la economía, comenzando por los sectores para los que el proceso de descarbonización es relativamente sencillo: la generación de electricidad, el transporte y la construcción. Los avances en estas áreas permitirán transformaciones similares en industrias cuya descarbonización presenta más dificultades, por ejemplo el transporte marítimo, la producción de acero y cemento y la aviación.
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De hecho, incluso en estos sectores ya comienzan a aparecer líderes climáticos. En transporte marítimo, Maersk se comprometió a lograr la neutralidad de carbono de sus naves en 2023. Señala la compañía: «Propulsada por avances tecnológicos y una creciente demanda de los clientes de contar con cadenas de suministro sostenibles, Maersk está acelerando las iniciativas de descarbonización de las operaciones marítimas».
En aviación, Airbus tomó la delantera y anunció planes para alcanzar en 2035 la neutralidad de carbono con aviones impulsados por hidrógeno. Su director ejecutivo Guillaume Faury sostiene que es «un momento histórico para el sector de la aviación comercial» y que constituye «la transición más importante que esta industria haya experimentado».
Los directivos de cualquier empresa deberían tomar este impulso descarbonizador en sectores donde no resulta fácil como una señal de que la transición a la emisión neta nula ya es una realidad. Como dice Ernest Hemingway sobre la bancarrota, que ocurre «primero poco a poco y luego de golpe», lo mismo pasará con la transición a una economía verde. Los dirigentes empresariales son cada vez más conscientes de que quedarse atrás supone un riesgo mayor cada día que pasa.
Pero la búsqueda de emisión neta nula no es sólo necesaria para asegurar la supervivencia de la empresa, también es rentable. Ya se puede ahorrar dinero implementando iniciativas que permitan reducir el derroche, aumentar la circularidad y mejorar la eficiencia energética. Además, la transición a sistemas y operaciones sostenibles supone importantes beneficios para la marca de la empresa, ya que no sólo atraerá a más clientes sino también a los mejores profesionales. Inversores, miembros de las juntas directivas, funcionarios públicos y otros actores clave muestran cada vez más interés en las empresas que tienen un plan sostenible para el futuro.
Los directores ejecutivos tienen un lugar importante en la toma mundial de decisiones, y eso supone una gran responsabilidad en el sentido de impulsar el progreso hacia la emisión neta nula. Estamos corriendo la carrera de nuestras vidas, y lo mismo va para las empresas. Si no nos movemos rápido, todos saldremos perdiendo. Pero aunque cada cual tiene que hacer su parte, corresponde a quienes tienen más poder aprovechar el lugar que ocupan para acelerar el cambio.
Todavía tenemos una chance de evitar una catástrofe climática, pero sólo será posible en la medida en que cada persona en una posición de liderazgo asuma su responsabilidad. Los riesgos del cambio climático son una amenaza existencial a la que nadie (y ninguna empresa) podrá escapar.
Traducción: Esteban Flamini