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El daño a largo plazo del cierre de escuelas por la COVID

CAMBRIDGE/CHICAGO – Decidir cómo equilibrar los riesgos por la COVID-19 en las escuelas del mundo ha sido difícil. Mientras los líderes escolares en EE. UU. debaten si se debe obligar a los alumnos a usar tapabocas, en Uganda reabrieron recientemente las escuelas por primera vez desde que comenzó la pandemia. Pero aunque los trastornos fueron más graves para los estudiantes en los países más pobres (allí las escuelas estuvieron cerradas el doble de tiempo que en los países ricos y tuvieron escasas oportunidades de aprendizaje remoto), la cohorte mundial de niños actualmente en edad escolar se verá afectada durante las próximas décadas. Si no actuamos rápidamente, tan solo el costo económico de los cierres de las escuelas ascenderá a billones de dólares.

Lograr que los estudiantes vuelvan al aula es extremadamente importante, pero de todas formas necesitamos acciones inmediatas y específicas para reducir las pérdidas de aprendizaje. Además, los responsables de las políticas deben reflexionar sobre las alternativas que planteaban las decisiones que tomaron (como dejar que abrieran los bares y restaurantes mientras prohibían a los alumnos ir a la escuela), contabilizar los costos de esas decisiones, y establecer prácticas y políticas para gestionar futuras olas de la COVID-19 o de la próxima pandemia.

Durante el año pasado trabajamos con un grupo mundial de investigadores para reunir evidencia del impacto que tuvo la pandemia sobre la educación de los niños e identificar las mejores formas de reparar el daño. Nuestro panel estuvo formado por investigadores que trabajan en países con ingresos bajos, medios y altos —una diversidad poco frecuente—, e incluyó a economistas, psicólogos y especialistas en educación. A pesar de la diversidad de nuestras especialidades, las lecciones que obtuvimos fueron extremadamente similares.

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