La Democracia en América Latina

A excepción de la Cuba de Fidel Castro, hoy en día el Hemisferio Occidental puede declarar con orgullo que la democracia es su única forma de gobierno. Aunque América Latina se conforta bajo el sol de este histórico rechazo de la dictadura militar, es un error considerar que la democracia es ya un hecho consumado.

Creo firmemente en el libre comercio y espero que la propuesta para establecer un "Área de Libre Comercio de las Américas" se vuelva una realidad, como ha sido planeado, en 2005. Aún así, encuentro desconcertante que los asuntos económicos hayan eclipsado la discusión sobre las formas de fortalecer y consolidar la democracia y el desarrollo humano en América Latina. Todavía hay mucho por hacer en estas áreas. Si se les descuida, la pobreza y la falta de gobernabilidad empezarán a opacar todo el éxito que hemos tenido en la promoción del crecimiento económico. En una zona en la que el 12% de los adultos son analfabetas y más de una quinta parte de la población no tiene agua potable, enfocarse de forma exclusiva en la economía, simplemente no es suficiente.

Se han firmado acuerdos de paz y se han establecido instituciones democráticas en los países de centroamérica que fueron devastados por la guerra en las décadas de 1970 y 1980. Sin embargo, las armas de esas guerras siguen en manos de exsoldados y exrebeldes y con frecuencia son vendidas en las calles. Estas armas de guerras pasadas contribuyen a mantener los crímenes violentos en tales niveles que muchos centroamericanos temen más por su seguridad ahora que durante los años de guerra civil y de rebelión.

Pero los fantasmas de la violencia pasada no están confinados a América Central. El caudillismo ha sido una calamidad a lo largo de la historia de América Latina y su sombra sigue presente porque muchos gobiernos elegidos democráticamente todavía no han subordinado por completo a sus militares a la autoridad civil. Así, aunque no hemos visto abiertos intentos de golpes de estado últimamente, aún podemos observar a algunos militares latinoamericanos que muestran niveles de amenaza y de comportamiento rebelde que son inaceptables en las democracias maduras.

Un ejemplo es la presión ejercida sobre el presidente de Chile, Ricardo Lagos, para gastar atroces sumas de dinero en la compra de sofisticados aviones caza para "modernizar" la Fuerza Aérea Chilena. Mientras los jefes militares sigan teniendo un indebido poder al interior de sus gobiernos, las prioridades de gasto estarán fuera de ritmo con las necesidades de la gente ordinaria y la democracia seguirá siendo amenazada por la “espada de Damocles” de un golpe de estado potencial.

Como el caudillismo, hay otro viejo fantasma que continúa persiguiendo al continente: la pobreza. Aunque África y Asia del Sur sufren de tasas mucho más altas de pobreza, América Latina ostenta la innoble distinción de incorporar la mayor desigualdad económica y social en sus sociedades. En lugar de encontrar formas de remediar esto, seguimos condenando a nuestros niños a la pobreza al no ser capaces de brindarles una educación decente.

Muchos países llevaron los programas de reforma fiscal demasiado lejos durante los años ochenta y noventa, recortando no sólo los derroches del gasto público, sino gastos esenciales en salud y educación. Sin estos bloques básicos de construcción, será imposible asegurarse de que los beneficios del crecimiento sean difundidos ampliamente.

Los latinoamericanos ricos no están haciendo lo que les corresponde. Mientras que los países europeos como Suecia y Francia recolectan más del 45% de su producto interno bruto a través de los impuestos, Guatemala recolecta sólo 9%. El principio democrático de la igualdad tiene un largo camino por recorrer para profundizar sus raíces aquí.. El elitismo, por otro lado, sigue estando bien atrincherado en nuestras instituciones y nuestras culturas. Quizá no valga la pena salvar toda la cultura.

Una razón para esta falta de progreso es tal vez la apatía pública. En los países en los que se peleó y se alcanzó la democracia recientemente se da una gran concurrencia de votantes. Poco después, sin embargo, la cantidad de votantes y su entusiasmo decrecen confome la democracia echa raíces. Tristemente, en Latinoamérica estamos presenciando una rápida pérdida de confianza incluso en las democracias nuevas y que costó mucho trabajo alcanzar.

Las encuestas muestran que muchos votantes consideran que las elecciones son una mera cuestión de selección entre dos males idénticos y que los líderes políticos son por lo general corruptos. La corrupción, en efecto, sigue siendo una fuerza desastrosa en nuestras democracias, alejando tanto a la inversión doméstica como a la extranjera y, más ominosamente, minando la confianza de las personas en la democracia como una forma válida de gobierno.

También podemos ver la falta de tradición democrática en las plataformas de alto armamentismo y legislación que con frecuencia evitan que los gobiernos produzcan resultados. Todos pagaremos el precio si los gobiernos democráticos no son capaces de "proveer los productos" al cubrir las necesidades humanas básicas y promover la estabilidad y el bienestar de sus sociedades. Tales pseudodemocracias serán rechazadas fuertemente en favor de nuevas encarnaciones de los viejos regímenes totalitarios de derecha y de izquierda. Las semillas de estas dictaduras llacen dormidas en la tierra latinoamericana. Esperan sólo a ser irrigadas por el descontento generalizado con los gobiernos electos de la actualidad.

Pero para no ser acusado de un indebido pesimismo, permítanme señalar que no todas las noticias son malas. Las nacientes organizaciones de la sociedad civil, que reclaman transparencia y responsabilidad de sus gobiernos, empiezan a tener impacto. Aunque los sistemas judiciales siguen siendo sospechosos, las "manzanas podridas" encuentran cada vez más difícil intimidar a los jueces que enaltecen el honor y el gobierno de la ley.

El reconocimiento de los derechos humanos también se está difundiendo gradualmente y algunos de los responsables de los crímenes en verdad nefastos de nuestro ignominioso pasado están siendo presentados a la justicia. Cada vez se reclama más la responsabilidad de los líderes que confunden la inmunidad con la impunidad, aunque todavía hay mucho por hacer. La prensa y los flujos de información relativamente libres están teniendo un impacto positivo en nuestra conciencia social. Una parte integral de la democracia, no puede haber retorno. Si definimos bien nuestras prioridades e invertimos fuertemente en la educación, nuestros hijos nos enseñarán el camino hacia las fuertes, abiertas y prósperas sociedades que deseamos en América Latina.
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