Students of St Dominic Bukna Secondary school take their English test YASUYOSHI CHIBA/AFP/Getty Images

El activo que no nos podemos permitir ignorar

LONDRES – "Una inversión en conocimiento paga el mejor interés", escribió Benjamin Franklin. Ferviente defensor de la educación pública, y fundador de bibliotecas, escuelas y de la Universidad de Pensilvania, Franklin veía la educación como la base del progreso humano. Si hoy estuviera vivo, estaría horrorizado por el estado de la educación en los países en desarrollo -y muy probablemente estaría respaldando el Mecanismo de Financiamiento Internacional para la Educación (IFFEd según su sigla en inglés) propuesto por la Comisión Internacional sobre la Financiación de Oportunidades de Educación Global, liderada por el ex primer ministro británico Gordon Brown.

En una economía global cada vez más basada en el conocimiento, la educación de calidad es más importante que nunca. Sin embargo, el mundo enfrenta una crisis de educación. Unos 260 millones de niños ni siquiera van a la escuela. Más del doble de esa cifra van a la escuela, pero aprenden tan poco que saldrán sin el alfabetismo y la aritmética básicos que necesitan para prosperar. Esto no sólo está destruyendo las esperanzas de los jóvenes; está impidiendo el progreso de países enteros -y, así, del mundo.

Hace tres años, los líderes mundiales se comprometieron a cumplir con el Objetivo 4 de Desarrollo Sostenible, que exige el suministro de educación de calidad inclusiva y equitativa para todos en 2030. Sin embargo, si las tendencias actuales continúan, más de 800 millones de niños no alcanzarán ese objetivo. Dada la importancia de la educación para prácticamente cualquier indicador significativo de desarrollo -desde la supervivencia infantil hasta la salud materna y la reducción de la pobreza-, este fracaso se propagará a los otros ODS.

https://prosyn.org/IowPfv9es