PRAGA – Han pasado ya dos años desde que Myanmar (Birmania) celebrara sus primeras elecciones generales después de más de dos décadas de dictadura militar. El voto popular fue aclamado como un paso importante en la transición del país del poder militar al poder civil, y se han logrado avances notables en el ámbito de la economía bajo el gobierno civil del presidente Thein Sein bajo. Sin embargo, si el país no puede resolver sus conflictos étnicos de larga duración, se pueden revertir todos estos avances.
Las relaciones turbulentas entre el Gobierno de Birmania y sus minorías étnicas se constituyen en un serio obstáculo en el camino hacia la estabilidad y la prosperidad que recorre este país. De hecho, la historia reciente de Birmania estuvo plagada por violencia étnica y conflictos prolongados con las fuerzas del gobierno, en especial en los Estados de Karen, Shan y Kachin.
Muchas de las minorías étnicas de Birmania – cuyos miembros representan casi el 40% de la población – han estado supeditadas por largo tiempo a la persecución y los malos tratos. Como resultado, a menudo albergan ira y resentimiento hacia el Gobierno, y algunas incluso levantan armas en resistencia. Existe el peligro real de que los opositores de la transición de Birmania podrían aprovechar estas tensiones azuzando los conflictos étnicos con el fin de hacer fracasar los esfuerzos de reforma.
Si bien Sein desde que asumió la presidencia ha firmado un alto el fuego con diez ejércitos étnicos, se necesitan acuerdos más duraderos para garantizar una paz duradera. Además, dos conflictos étnicos especialmente violentos y de larga data aún permanecen muy lejos de cualquier solución.
El norteño Estado de Kachin – que es rico en recursos naturales, y sirve como una ruta vital de transporte hacia China – ha atravesado por violentos combates desde que el año 2011 se rompió una tregua de 17 años de duración entre el ejército birmano y el Ejército para la Independencia de Kachin (KIA). En enero, los militares presuntamente desplegaron aviones artillados y aviones de combate en un esfuerzo por cerrar la sede del KIA en Laiza. El conflicto ha desplazado a más de 75.000 personas.
Si bien las anteriores rondas de negociaciones entre el Gobierno y los líderes de la resistencia, celebradas en febrero y marzo, no tuvieron éxito, las dos partes han acordado reanudar las conversaciones a finales de este mes. Pero hay mucho en juego, otro fracaso podría reavivar los conflictos civiles y casi destruir las esperanzas de reconciliación que aún quedan vivas.
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Las tensiones étnicas también están muy altas en el Estado occidental de Rakhine. Las relaciones entre la mayoría budista rakhine y los rohingyas musulmanes han sido desde hace ya mucho tiempo atrás un barril de pólvora. Los rohingyas no son reconocidos por la ley birmana, y sufren de discriminación oficial y malos tratos, incluyendo trabajos forzosos y barreras virtualmente impenetrables para la obtención de ciudadanía.
En junio pasado, las tensiones estallaron cuando una turba rakhine reaccionando ante la violación y asesinato de una mujer budista – actos que fueron perpetrados por tres hombres rohingyas – mató a diez musulmanes que no tenían ninguna relación con el incidente. La violencia se extendió rápidamente por todo el Estado, desplazando a miles de personas. Si bien el gobierno ha logrado restablecer el orden, su abordaje discriminatorio y de mano dura ha debilitado las perspectivas de paz.
A pesar de los grandes avances que Birmania ha logrado en los últimos dos años, el fantasma del conflicto étnico aún continúa asediando al proceso de transición hacia la democracia. Si el gobierno no logra pronto un verdadero progreso, probablemente se disipará el entusiasta apoyo que la comunidad internacional da a los esfuerzos de reforma del país, lo que a su vez pondrá en riesgo a los futuros esfuerzos de negociación y expondrá ante peligros a las perspectivas democráticas de Birmania.
No obstante, existen motivos para tener esperanzas. En febrero, el gobierno de Birmania y el Consejo Federal de Nacionalidades Unidas, una alianza de 11 milicias étnicas, celebraron negociaciones de paz oficiales. Yohei Sasakawa, un miembro fundador de “Shared Concern Iniative” (la Iniciativa de Interés Común), participó como único observador, mediando las negociaciones en su calidad de enviado especial del Gobierno de Japón para la reconciliación nacional en Myanmar.
El hecho de que se pudieron llevar a cabo de forma exitosa negociaciones de paz oficiales a través de la mediación de un observador refleja los importantes avances alcanzados desde que celebraron conversaciones informales en noviembre pasado. Existe cada vez una mayor comprensión en Birmania en cuanto a la importancia que tiene el apoyo de la comunidad internacional para alcanzar un acuerdo duradero.
Es aún posible lograr dicho acuerdo. A pesar de su historia de la resistencia armada contra el Gobierno, las minorías étnicas de Birmania no van tras el cumplimiento de una agenda separatista. Más bien, buscan una garantía constitucional para obtener un cierto grado de autonomía a cambio de su compromiso con el camino de la no violencia.
La falta de una inclinación separatista proporciona una base más estable para un acuerdo de paz. Sin embargo, se debe intensificar el impulso positivo para lograr la reconciliación. La comunidad internacional debe redoblar sus esfuerzos para ayudar a Birmania, y a sus casi sesenta millones de personas, para que avancen hacia la paz duradera y la democracia verdadera. Es esencial lograr una mejor integración de las minorías étnicas, dentro del marco del pleno respeto a sus derechos humanos y civiles, para así reducir el riesgo de un resurgimiento de violencia étnica – y para dar a la transición de Birmania una oportunidad para alcanzar el éxito.
When tariffs are moderate and used to complement a domestic investment agenda, they need not do much harm; they can even be useful. When they are indiscriminate and are not supported by purposeful domestic policies, they do considerable damage – most of it at home.
argues that import duties are neither an all-purpose tool, as Donald Trump believes, nor a purposeless one.
Donald Trump's return to the White House will almost certainly trigger an unmanaged decoupling of the world’s most important geopolitical relationship, increasing the risk of global economic disruption and crisis. After all, Chinese leaders will be far less conciliatory than they were during his first term.
thinks Xi Jinping's government will be less accommodative of the “Tariff Man's” demands this time around.
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PRAGA – Han pasado ya dos años desde que Myanmar (Birmania) celebrara sus primeras elecciones generales después de más de dos décadas de dictadura militar. El voto popular fue aclamado como un paso importante en la transición del país del poder militar al poder civil, y se han logrado avances notables en el ámbito de la economía bajo el gobierno civil del presidente Thein Sein bajo. Sin embargo, si el país no puede resolver sus conflictos étnicos de larga duración, se pueden revertir todos estos avances.
Las relaciones turbulentas entre el Gobierno de Birmania y sus minorías étnicas se constituyen en un serio obstáculo en el camino hacia la estabilidad y la prosperidad que recorre este país. De hecho, la historia reciente de Birmania estuvo plagada por violencia étnica y conflictos prolongados con las fuerzas del gobierno, en especial en los Estados de Karen, Shan y Kachin.
Muchas de las minorías étnicas de Birmania – cuyos miembros representan casi el 40% de la población – han estado supeditadas por largo tiempo a la persecución y los malos tratos. Como resultado, a menudo albergan ira y resentimiento hacia el Gobierno, y algunas incluso levantan armas en resistencia. Existe el peligro real de que los opositores de la transición de Birmania podrían aprovechar estas tensiones azuzando los conflictos étnicos con el fin de hacer fracasar los esfuerzos de reforma.
Si bien Sein desde que asumió la presidencia ha firmado un alto el fuego con diez ejércitos étnicos, se necesitan acuerdos más duraderos para garantizar una paz duradera. Además, dos conflictos étnicos especialmente violentos y de larga data aún permanecen muy lejos de cualquier solución.
El norteño Estado de Kachin – que es rico en recursos naturales, y sirve como una ruta vital de transporte hacia China – ha atravesado por violentos combates desde que el año 2011 se rompió una tregua de 17 años de duración entre el ejército birmano y el Ejército para la Independencia de Kachin (KIA). En enero, los militares presuntamente desplegaron aviones artillados y aviones de combate en un esfuerzo por cerrar la sede del KIA en Laiza. El conflicto ha desplazado a más de 75.000 personas.
Si bien las anteriores rondas de negociaciones entre el Gobierno y los líderes de la resistencia, celebradas en febrero y marzo, no tuvieron éxito, las dos partes han acordado reanudar las conversaciones a finales de este mes. Pero hay mucho en juego, otro fracaso podría reavivar los conflictos civiles y casi destruir las esperanzas de reconciliación que aún quedan vivas.
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Las tensiones étnicas también están muy altas en el Estado occidental de Rakhine. Las relaciones entre la mayoría budista rakhine y los rohingyas musulmanes han sido desde hace ya mucho tiempo atrás un barril de pólvora. Los rohingyas no son reconocidos por la ley birmana, y sufren de discriminación oficial y malos tratos, incluyendo trabajos forzosos y barreras virtualmente impenetrables para la obtención de ciudadanía.
En junio pasado, las tensiones estallaron cuando una turba rakhine reaccionando ante la violación y asesinato de una mujer budista – actos que fueron perpetrados por tres hombres rohingyas – mató a diez musulmanes que no tenían ninguna relación con el incidente. La violencia se extendió rápidamente por todo el Estado, desplazando a miles de personas. Si bien el gobierno ha logrado restablecer el orden, su abordaje discriminatorio y de mano dura ha debilitado las perspectivas de paz.
A pesar de los grandes avances que Birmania ha logrado en los últimos dos años, el fantasma del conflicto étnico aún continúa asediando al proceso de transición hacia la democracia. Si el gobierno no logra pronto un verdadero progreso, probablemente se disipará el entusiasta apoyo que la comunidad internacional da a los esfuerzos de reforma del país, lo que a su vez pondrá en riesgo a los futuros esfuerzos de negociación y expondrá ante peligros a las perspectivas democráticas de Birmania.
No obstante, existen motivos para tener esperanzas. En febrero, el gobierno de Birmania y el Consejo Federal de Nacionalidades Unidas, una alianza de 11 milicias étnicas, celebraron negociaciones de paz oficiales. Yohei Sasakawa, un miembro fundador de “Shared Concern Iniative” (la Iniciativa de Interés Común), participó como único observador, mediando las negociaciones en su calidad de enviado especial del Gobierno de Japón para la reconciliación nacional en Myanmar.
El hecho de que se pudieron llevar a cabo de forma exitosa negociaciones de paz oficiales a través de la mediación de un observador refleja los importantes avances alcanzados desde que celebraron conversaciones informales en noviembre pasado. Existe cada vez una mayor comprensión en Birmania en cuanto a la importancia que tiene el apoyo de la comunidad internacional para alcanzar un acuerdo duradero.
Es aún posible lograr dicho acuerdo. A pesar de su historia de la resistencia armada contra el Gobierno, las minorías étnicas de Birmania no van tras el cumplimiento de una agenda separatista. Más bien, buscan una garantía constitucional para obtener un cierto grado de autonomía a cambio de su compromiso con el camino de la no violencia.
La falta de una inclinación separatista proporciona una base más estable para un acuerdo de paz. Sin embargo, se debe intensificar el impulso positivo para lograr la reconciliación. La comunidad internacional debe redoblar sus esfuerzos para ayudar a Birmania, y a sus casi sesenta millones de personas, para que avancen hacia la paz duradera y la democracia verdadera. Es esencial lograr una mejor integración de las minorías étnicas, dentro del marco del pleno respeto a sus derechos humanos y civiles, para así reducir el riesgo de un resurgimiento de violencia étnica – y para dar a la transición de Birmania una oportunidad para alcanzar el éxito.
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.