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La violencia de Trump es contagiosa

NUEVA YORK – Profesionales de la salud mental y otras figuras han intentado advertir a la opinión pública acerca de los peligros que plantea el presidente estadounidense Donald Trump desde que resultó electo. No pasa un día sin que dé muestras de narcisismo extremo, sadismo, falta de empatía y admiración por déspotas. Algunos preferirán pensar que sólo es un payaso egoísta, pero Trump es un peligro claro y real para el mundo, y hay que detenerlo antes de que provoque un desastre.

El peligro es mucho mayor ahora que se publicó el informe del fiscal especial Robert Mueller. No hemos visto el texto real (sólo una versión presentada por el fiscal general William Barr, aliado político del presidente), pero es probable que la presunta conclusión de Mueller de que Trump no se complotó con el presidente ruso Vladimir Putin lo envalentone todavía más. El dictamen de Mueller es especialmente calamitoso teniendo en cuenta que la realidad de un complot tácito es innegable. Durante la campaña electoral de 2016, Trump estaba buscando en secreto un gran negocio inmobiliario en Moscú (y como siempre, mintió a la opinión pública al respecto); mientras lo hacía, se expresó públicamente a favor de anular las sanciones a Rusia.

Ahora Trump se sentirá liberado para dar rienda suelta a su revanchismo y a sus delirios de grandeza. En las últimas semanas, se burló reiteradamente de un difunto senador de los Estados Unidos, y no expresó ningún remordimiento por los 50 fieles musulmanes asesinados en Nueva Zelanda por un supremacista blanco que lo mencionó específicamente al justificar la masacre. Cuando lo critican, Trump se pasa días atacando furiosamente a sus enemigos en Twitter. Usa mitines y otras ocasiones públicas para ejemplificar un modo de hacer política según el cual el humanitarismo y la compasión son debilidades, en vez de valores humanos fundamentales.

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