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El fracaso moral del mundo en Gaza

JOHANNESBURGO – El implacable sitio de Gaza arroja una pesada sombra sobre la humanidad. La cantidad de palestinos muertos, lesionados o desaparecidos en los últimos seis meses supera con creces las 100 000 personas, en su inmensa mayoría civiles inocentes sin ninguna responsabilidad por el pavoroso ataque cometido por Hamás el 7 de octubre de 2023.

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha aprobado por fin una resolución que exige un alto el fuego inmediato y la liberación inmediata de los rehenes de Hamás. Ahora es necesario que todos los estados miembros de la ONU (y en particular los aliados políticos y militares de Israel) hagan todo lo que esté a su alcance para asegurar la plena implementación de la resolución en el menor tiempo posible.

A los gazatíes que sobrevivan a los ataques del ejército israelí les aguarda una combinación mortal de desplazamiento, hambre y enfermedades. El bloqueo israelí al suministro de ayuda humanitaria, alimentos y agua potable ha convertido la vida en el enclave en una pesadilla. Los organismos de ayuda informan de madres que dan a luz sin anestesia, de bebés que mueren de deshidratación y malnutrición y de comunidades enteras devastadas por enfermedades. Ya nadie en Gaza está a salvo de la masacre y estamos al borde de la aniquilación de una población entera.

El trauma de la guerra reverbera en toda la región. El trastorno de estrés postraumático y el duelo acechan a los gazatíes, y más de un millón de niños necesitan apoyo psicosocial urgente. La destrucción reciente viene a sumarse al sufrimiento causado por dieciocho años de bloqueo israelí de Gaza. Y los palestinos de Cisjordania enfrentan una multiplicidad de amenazas, que van de la violencia descontrolada de los colonos y el desplazamiento forzoso al riesgo constante de detención arbitraria. En tanto, Hamás todavía tiene secuestrados a más de cien israelíes; este acto es una contravención del derecho humanitario internacional que prolonga el dolor de las familias de los rehenes y de los civiles asesinados el 7 de octubre.

Una situación que todavía puede empeorar si Israel desoye las advertencias de sus principales aliados y sigue adelante con sus planes de lanzar una ofensiva sobre Rafah, que hoy alberga a 1,5 millones de personas, entre ellas más de 600 000 niños. Muchos de los que han acudido a esta ciudad de frontera en busca de refugio ya han padecido el trauma de varios desplazamientos en el último medio año. Una incursión militar israelí a gran escala es inaceptable.

Quien escribe estas palabras es alguien que miró a los ojos a jóvenes palestinos durante la preparación del informe de la ONU sobre el impacto del conflicto armado en los niños (1996). A los menores de los campos de refugiados les prometimos un final para su sufrimiento. No sólo hemos incumplido esa promesa; también hemos dejado un mundo incluso más hostil para los niños a los que el azar ha hecho nacer palestinos. Es un fracaso que me persigue adonde vaya.

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Quien escribe estas palabras también es una integrante de The Elders, el grupo de líderes mundiales independientes que cofundé con mi difunto esposo Nelson Mandela, y que en sus primeros años fue presidido por el arzobispo Desmond Tutu y por el ex secretario general de la ONU Kofi Annan. Madiba (Mandela) nos entregó el mandato de trabajar por la paz, por la justicia y por los derechos humanos en todo el mundo, y siempre consideró que la liberación de Palestina era fundamental para lograr un mundo justo y libre para todos. ¿Cómo podemos hablar de derechos humanos universales y de derecho internacional cuando permitimos que décadas de brutalidad y ocupación se perpetúen?

Pero a la par de tanta desesperación y falta de entereza de quienes tienen poder para detener la matanza en Gaza, me enorgullece el excepcional liderazgo que ha mostrado Sudáfrica al presentar una denuncia contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia por violación de la Convención sobre Genocidio. La sentencia preliminar de la CIJ (emitida el 26 de enero) y decisiones adicionales del 28 de marzo condenan en forma explícita las atrocidades que tienen lugar en Gaza y señalan en forma inequívoca las medidas que debe tomar Israel para proteger a los palestinos inocentes, incluida la provisión sin obstáculos de ayuda humanitaria a gran escala.

Israel y los países que le proveen ayuda militar y financiera deben obedecer el dictamen de la Corte y respetar sus obligaciones conforme al derecho internacional. Pero los demás no estamos inermes frente a este sufrimiento descomunal. Como miembros de una única familia humana, tenemos la obligación ética de denunciar estas injusticias en nuestros círculos de influencia y ejercer nuestro poder a través del activismo individual y comunitario. Con el voto y la protesta, podemos (y debemos) exigir rendición de cuentas a la dirigencia política.

He aquí lo que debemos demandarle. En primer lugar, es urgente abrir nuevos corredores humanitarios terrestres, que permitan satisfacer la enorme necesidad de ayuda vital, y cuya seguridad tiene que estar garantizada en todo momento. Las entregas de ayuda desde el aire y el corredor marítimo propuesto hace poco son insuficientes, y no eximen a Israel de cumplir su responsabilidad en relación con la población civil de Gaza.

En segundo lugar, la dirigencia internacional debe usar su influencia militar y financiera para obligar a Israel a poner fin a las violaciones del derecho internacional y cumplir las órdenes de la CIJ. Todos los países que proveen asistencia militar a Israel deben ponerla de inmediato en evaluación y establecer nuevas condiciones para su continuidad futura. Aquellos que sigan proveyendo armas hacen posible la matanza y pueden ser cómplices de crímenes de guerra.

En tercer lugar, las instancias de decisión pertinentes deben proveer pleno apoyo financiero y político a la Agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA por la sigla en inglés). Muchos donantes se han apresurado a suspender la entrega de fondos a la organización hasta que se investiguen las acusaciones israelíes de que algunos miembros de su personal participaron en el ataque del 7 de octubre. Esta respuesta prematura y desproporcionada es una acción irresponsable que pone en riesgo los derechos y el bienestar de millones de refugiados palestinos. El gobierno israelí no oculta su intención de desmantelar la UNRWA en forma definitiva. ¿Permitiremos que se convierta en otra víctima más de la guerra?

La situación exige una acción concertada de una amplia coalición de países comprometidos con una paz justa y permanente que permita a israelíes y palestinos coexistir en condiciones de respeto mutuo, autodeterminación, dignidad y seguridad. Las vidas y la seguridad de palestinos e israelíes tienen el mismo valor. Mientras la dirigencia política y la ciudadanía no se convenzan de esta verdad fundamental seguiremos abandonando a generaciones de niños inocentes.

Traducción: Esteban Flamini

https://prosyn.org/A1TvKNYes