PRINCETON/PARÍS – El brutal bombardeo por parte de Rusia de ciudades ucranianas continúa. Miles de personas están muriendo, millones están sufriendo. Sin embargo, Occidente sigue paralizado y no decide tomar medidas sobre lo que más importa: las sanciones a las exportaciones de energía rusas. A falta de un boicot inmediato y total del gas y del petróleo ruso por parte de los países occidentales, la mejor solución para adelante es comprometerse con una serie de sanciones que aumenten de una manera preanunciada en las próximas semanas.
La respuesta inicial de Occidente a la invasión rusa fue rápida, sólida e impresionantemente unificada. Pero se está volviendo cada vez más obvio que también es insuficiente. Los efectos del shock inicial de sanciones a la economía rusa se están desvaneciendo. En los últimos días, el tipo de cambio del rublo primero se estabilizó y luego se apreció marcadamente, mientras que los rendimientos de los bonos gubernamentales han vuelto a caer. El consenso general para el crecimiento del PIB de Rusia en 2022 se mantiene en -8% -una marcada contracción, pero no un colapso.
No es difícil entender por qué la economía rusa y el régimen del presidente Vladimir Putin han podido sobrellevar las sanciones hasta el momento. Las exportaciones de energía –una fuente crucial de ingresos para el estado ruso- siguen excluidas de la lista de sanciones. De hecho, los precios en alza de la energía han generado gigantescas ganancias inesperadas para el Kremlin. En febrero, mientras Rusia preparaba y lanzaba su invasión, la cuenta corriente del país registraba su superávit mensual más alto en 15 años.
Con precios más altos y mayores flujos, el aporte europeo a las arcas de guerra de Putin ha aumentado significativamente desde que estalló el conflicto. Sumas exorbitantes –en el orden de 700 millones de euros (769 millones de dólares)- se transfieren a cuentas rusas todos los días. Este dinero se usa para pagar por mercenarios, misiles y repuestos de aviones de países que sólo venden en moneda fuerte. En términos más generales, alrededor del 40% del ingreso presupuestario gubernamental total de Rusia proviene del petróleo y del gas. Sin este ingreso, Putin se vería en problemas para solventar su máquina de guerra.
Desafortunadamente, el debate sobre un mayor embargo energético parece trabado. Si bien estudios académicos sugieren que las consecuencias económicas para los países importadores de energía serían manejables, unos pocos gobiernos clave siguen mostrándose dubitativos. En Alemania, por ejemplo, el lobby industrial interno se opone firmemente a una acción y, a pesar de una opinión pública que en general da muestras de apoyo, es escuchado por el gobierno. Esto es sumamente problemático por lo menos por tres razones.
Primero, al abstenerse de aplicar sanciones económicamente costosas, los políticos europeos están diciéndole a Putin que ejerce poder sobre Europa, lo que no hace más que envalentonarlo para poner aún más a prueba la resolución de Europa. Esto también amenaza con demorar la adaptación inevitable de la industria y de los consumidores europeos a la realidad de que la energía rusa nunca fue tan barata como parecía. Por último, el flujo continuo de dinero de la energía manchado de sangre le permite a Putin seguir presionando, aumentando drásticamente los costos de largo plazo para Europa de contener a una Rusia revisionista.
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
Subscribe to Digital or Digital Plus now to secure your discount.
Subscribe Now
Al mismo tiempo, no hay que negar la realidad política. Por más cortoplacista que pueda ser su razonamiento, los países importantes no están dispuestos a dejar de consumir gas ruso.
Para desbloquear la situación, se podría implementar un cronograma de embargo preanunciado en un período, digamos, de seis semanas. Por ejemplo, la UE podría prohibir de inmediato las importaciones de productos petroleros refinados provenientes de Rusia, que no sean diésel, y al mismo tiempo anunciar que la prohibición se ampliará todas las semanas a un nuevo grupo de productos: más tarde las importaciones de carbón, luego el diésel, después el petróleo crudo transportado por mar, luego el petróleo de los yacimientos. Finalmente, dentro de unas seis semanas, el pago por las importaciones de gas se haría a cuentas de fondos en custodia de las que no se podría extraer dinero mientras dure la guerra.
Iniciar un camino futuro de sanciones que incremente las restricciones según un cronograma preanunciado renovaría la presión sobre Putin y fortalecería los incentivos para buscar soluciones diplomáticas. Un fin inmediato del ataque a civiles y un retiro de las tropas rusas interrumpiría el cronograma de sanciones.
Asimismo, una “orientación futura” sobre las sanciones les ofrecería a los consumidores europeos de energía rusa claridad sobre el ajuste necesario que tendrán que hacer, y su velocidad. Esto incentivaría los esfuerzos para ajustar el consumo, en lugar de que políticos lobistas en Berlín y otras capitales demoren lo inevitable. Al obligar a la industria a hacer estos ajustes, la orientación futura sobre las sanciones también reduciría drásticamente la vulnerabilidad de la economía europea a la extorsión política de Putin cuando llegue el otoño.
La efectividad de esta política depende de la adhesión a ciertos principios de diseño fundamentales. Lo más importante, esas sanciones tendrán que tener una duración indefinida, para evitar el habitual atasco político de la UE que podría entorpecer los esfuerzos por extenderlas. Si fuera necesaria una unanimidad para interrumpir el ajuste de las sanciones, la política se volvería más creíble y a prueba de deserciones. Y las empresas deberían poder importar productos energéticos rusos sólo al porcentaje de ejecución actual hasta llegar al pleno embargo. No se les permitiría aumentar las importaciones para adelantarse al embargo.
El ordenamiento preciso de las medidas y su desglose detallado se pueden decidir sobre la base de análisis de expertos de las operaciones de refinería, con el objetivo de minimizar los costos logísticos de corto plazo para Europa. La tarea ahora consiste en acordar un cronograma gradual de sanciones a las exportaciones de energía rusas.
El tiempo no está del lado de Europa. Ha pasado un mes desde que Rusia invadió Ucrania. Cuanto más continúe el estancamiento de las sanciones a la energía, más probabilidades tendrá Rusia de contar con el peculio financiero para combatir contra Occidente hasta el último ucraniano.
To have unlimited access to our content including in-depth commentaries, book reviews, exclusive interviews, PS OnPoint and PS The Big Picture, please subscribe
Less than two months into his second presidency, Donald Trump has imposed sweeping tariffs on America’s three largest trading partners, with much more to come. This strategy not only lacks any credible theoretical foundations; it is putting the US on a path toward irrevocable economic and geopolitical decline.
Today's profound global uncertainty is not some accident of history or consequence of values-free technologies. Rather, it reflects the will of rival great powers that continue to ignore the seminal economic and social changes underway in other parts of the world.
explains how Malaysia and other middle powers are navigating increasingly uncertain geopolitical terrain.
PRINCETON/PARÍS – El brutal bombardeo por parte de Rusia de ciudades ucranianas continúa. Miles de personas están muriendo, millones están sufriendo. Sin embargo, Occidente sigue paralizado y no decide tomar medidas sobre lo que más importa: las sanciones a las exportaciones de energía rusas. A falta de un boicot inmediato y total del gas y del petróleo ruso por parte de los países occidentales, la mejor solución para adelante es comprometerse con una serie de sanciones que aumenten de una manera preanunciada en las próximas semanas.
La respuesta inicial de Occidente a la invasión rusa fue rápida, sólida e impresionantemente unificada. Pero se está volviendo cada vez más obvio que también es insuficiente. Los efectos del shock inicial de sanciones a la economía rusa se están desvaneciendo. En los últimos días, el tipo de cambio del rublo primero se estabilizó y luego se apreció marcadamente, mientras que los rendimientos de los bonos gubernamentales han vuelto a caer. El consenso general para el crecimiento del PIB de Rusia en 2022 se mantiene en -8% -una marcada contracción, pero no un colapso.
No es difícil entender por qué la economía rusa y el régimen del presidente Vladimir Putin han podido sobrellevar las sanciones hasta el momento. Las exportaciones de energía –una fuente crucial de ingresos para el estado ruso- siguen excluidas de la lista de sanciones. De hecho, los precios en alza de la energía han generado gigantescas ganancias inesperadas para el Kremlin. En febrero, mientras Rusia preparaba y lanzaba su invasión, la cuenta corriente del país registraba su superávit mensual más alto en 15 años.
Con precios más altos y mayores flujos, el aporte europeo a las arcas de guerra de Putin ha aumentado significativamente desde que estalló el conflicto. Sumas exorbitantes –en el orden de 700 millones de euros (769 millones de dólares)- se transfieren a cuentas rusas todos los días. Este dinero se usa para pagar por mercenarios, misiles y repuestos de aviones de países que sólo venden en moneda fuerte. En términos más generales, alrededor del 40% del ingreso presupuestario gubernamental total de Rusia proviene del petróleo y del gas. Sin este ingreso, Putin se vería en problemas para solventar su máquina de guerra.
Desafortunadamente, el debate sobre un mayor embargo energético parece trabado. Si bien estudios académicos sugieren que las consecuencias económicas para los países importadores de energía serían manejables, unos pocos gobiernos clave siguen mostrándose dubitativos. En Alemania, por ejemplo, el lobby industrial interno se opone firmemente a una acción y, a pesar de una opinión pública que en general da muestras de apoyo, es escuchado por el gobierno. Esto es sumamente problemático por lo menos por tres razones.
Primero, al abstenerse de aplicar sanciones económicamente costosas, los políticos europeos están diciéndole a Putin que ejerce poder sobre Europa, lo que no hace más que envalentonarlo para poner aún más a prueba la resolución de Europa. Esto también amenaza con demorar la adaptación inevitable de la industria y de los consumidores europeos a la realidad de que la energía rusa nunca fue tan barata como parecía. Por último, el flujo continuo de dinero de la energía manchado de sangre le permite a Putin seguir presionando, aumentando drásticamente los costos de largo plazo para Europa de contener a una Rusia revisionista.
Winter Sale: Save 40% on a new PS subscription
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
Subscribe to Digital or Digital Plus now to secure your discount.
Subscribe Now
Al mismo tiempo, no hay que negar la realidad política. Por más cortoplacista que pueda ser su razonamiento, los países importantes no están dispuestos a dejar de consumir gas ruso.
Para desbloquear la situación, se podría implementar un cronograma de embargo preanunciado en un período, digamos, de seis semanas. Por ejemplo, la UE podría prohibir de inmediato las importaciones de productos petroleros refinados provenientes de Rusia, que no sean diésel, y al mismo tiempo anunciar que la prohibición se ampliará todas las semanas a un nuevo grupo de productos: más tarde las importaciones de carbón, luego el diésel, después el petróleo crudo transportado por mar, luego el petróleo de los yacimientos. Finalmente, dentro de unas seis semanas, el pago por las importaciones de gas se haría a cuentas de fondos en custodia de las que no se podría extraer dinero mientras dure la guerra.
Iniciar un camino futuro de sanciones que incremente las restricciones según un cronograma preanunciado renovaría la presión sobre Putin y fortalecería los incentivos para buscar soluciones diplomáticas. Un fin inmediato del ataque a civiles y un retiro de las tropas rusas interrumpiría el cronograma de sanciones.
Asimismo, una “orientación futura” sobre las sanciones les ofrecería a los consumidores europeos de energía rusa claridad sobre el ajuste necesario que tendrán que hacer, y su velocidad. Esto incentivaría los esfuerzos para ajustar el consumo, en lugar de que políticos lobistas en Berlín y otras capitales demoren lo inevitable. Al obligar a la industria a hacer estos ajustes, la orientación futura sobre las sanciones también reduciría drásticamente la vulnerabilidad de la economía europea a la extorsión política de Putin cuando llegue el otoño.
La efectividad de esta política depende de la adhesión a ciertos principios de diseño fundamentales. Lo más importante, esas sanciones tendrán que tener una duración indefinida, para evitar el habitual atasco político de la UE que podría entorpecer los esfuerzos por extenderlas. Si fuera necesaria una unanimidad para interrumpir el ajuste de las sanciones, la política se volvería más creíble y a prueba de deserciones. Y las empresas deberían poder importar productos energéticos rusos sólo al porcentaje de ejecución actual hasta llegar al pleno embargo. No se les permitiría aumentar las importaciones para adelantarse al embargo.
El ordenamiento preciso de las medidas y su desglose detallado se pueden decidir sobre la base de análisis de expertos de las operaciones de refinería, con el objetivo de minimizar los costos logísticos de corto plazo para Europa. La tarea ahora consiste en acordar un cronograma gradual de sanciones a las exportaciones de energía rusas.
El tiempo no está del lado de Europa. Ha pasado un mes desde que Rusia invadió Ucrania. Cuanto más continúe el estancamiento de las sanciones a la energía, más probabilidades tendrá Rusia de contar con el peculio financiero para combatir contra Occidente hasta el último ucraniano.